domingo, 9 de julio de 2017

Bebe sobrevive papas primerizos.



Llegué a casa de trabajar como a las nueve de la noche, salude a mi mujer y di un beso a mi hijo, nacido hacia tan solo siete días.
–No para de llorar no sé qué hacer –dijo ella y fue entonces cuando me di cuenta de la cara de preocupación que tenía.
–Vamos a ver, que es lo que le pasa, ¿tiene hambre? –pregunté altivo creyendo que controlaba la situación.
– ¿En serio, crees que soy tan estúpida como para tenerlo llorando tanto tiempo por hambre? –contestó.
Cuatro horas de llanto después incluyendo dos discusiones entre nosotros y dando vueltas en mi cabeza la idea de que esta aventura de tener a un hijo no iba a ser la experiencia maravillosa y placentera que sale en la películas. Partimos hacia el hospital, cansados, enojados, temerosos de no ser capaces de criar a nuestro hijo, porque al fin y al cabo nadie nos lo había enseñado. ¿Qué le pasaba al niño, estaría enfermo, sería grave? Angustia.
Llegamos al hospital y atropellándonos el uno al otro explicamos a la enfermera nuestra versión del fin del mundo, cuando llevábamos un minuto relatando la catástrofe que se había instalado en nuestras vidas. Ella nos dijo: –Mientras me siguen explicando a mí, voy a llevar al bebe con el pediatra para que lo vaya revisando y así ganamos tiempo –Cuando, media hora después, el médico entró con el bebe dormido en sus brazos, sentimos como si el mundo fuera otra vez un lugar en el que se puede vivir.
– ¿Qué le pasa doctor? –pregunto su madre todavía angustiada.
–Tenía hambre –contestó el médico con una expresión de la que todavía hoy quiero creer que el mensaje era: “No se preocupen esto le puede pasar a cualquiera, de hecho le pasa a mucha gente”. Pero tengo la duda, creo que siempre tendré la duda porque lo que en realidad parecía que decía esa sonrisa era: “Pobre niño, en manos de que tarados está”.
Nosotros nos pusimos rojos de vergüenza.
–Pero si su madre le ha dado el pecho como cinco veces en estas horas en las que no paraba de llorar –afirme yo en nuestra defensa.
–un momento por favor déjeme auscultarle el pecho –pidió el médico. Tras unos segundo palpando la teórica fuente de alimento de nuestro hijo afirmo: –Se le ha cortado la leche, ya no le baja, el niño se callaba cuando usted le ponía el pecho, porque sentía el calor y la suavidad de su madre, pero en cuanto se lo despegaba él recordaba de que estaba muerto de hambre y como la única forma que tiene de pedir comida es llorando, pues lloraba.
Cuando el médico se despidió yo iba a besarle la mano. No se pueden imaginar, si no  han vivido lo desesperanzador que puede llegar a ser el llanto de tu hijo durante horas. Cuando él doctor se dio cuenta de que iba a besarle la mano, la retiró casi asustado: “idiota y rarito este señor” debió de haber pensado. Pero a mí no me importó que pensara eso porque la vida tenía sentido otra vez.
A continuación entró una enfermera con un bote de leche en polvo y nos explicó tres veces cómo dársela al bebe, después nos lo anotó en un papel con letra grande y clara, al final nos preguntó: ¿Me han entendido? Creo que el médico le debe de haber avisado de que los padres de este pobre bebe son idiotas así que le pidió un esfuerzo extra para asegurarse de que comprendíamos el procedimiento, por el bien del bebe.
Como nosotros teníamos la dignidad por los suelos en ese momento y la autoestima  la dejamos en la casa cuando salimos corriendo al hospital, no nos atrevimos a quejarnos porque la enfermera nos tratara como idiotas. Creo que le faltó muy poco para ofrecerse a ir a nuestra casa a preparar los biberones ella misma.

Nadie te dice lo difícil que es sacar adelante a un hijo hasta que lo tienes y entonces llamas a tu madre angustiado y ella antes de darte ningún consejo te dice: –Te está bien empleado para que te des cuenta de lo que nos costó contigo –Pero, ¿Qué tipo de respuesta es esa? ¿Por qué nunca me dijiste lo difícil que iba a ser? Le pregunté un día, años después. –Te lo dije un montón de veces, pero siempre me ponías cara de: si mama tú que vas a saber –contestó ella.

lunes, 26 de junio de 2017

El regalo de cumpleaños.




Falta poco para el cumpleaños de Ana, mi novia, y empieza la interminable búsqueda del preciado objeto que represente todo lo que siento por ella, al cabo de un rato decido que es un objetivo muy ambicioso y me decido por un regalo que le guste o que le sea útil.
Voy al centro comercial a ver si aparece como por arte de magia el regalo, por si de pronto paseando entre las tiendas algún objeto decide hablarme: “Soy yo, Ana quiere uno como yo”. Pero eso no sucede, miro las blusas, los bolsos, los libros, los perfumes, y nada me convence. ¿Para qué es un regalo? Pues para demostrar cariño por ejemplo, pero ¿debe ser algo útil? Mi opinión es que sí, pero también debe ser algo sorprendente, algo entrañable, algo que haga que ella me recuerde. Otra vez estoy siendo muy ambicioso y sigo dando vueltas como al principio sin saber que regalarle. Una vez le regale un bolso.
–Qué bonito, muchas gracias –dijo ella. Mientras su boca emitía esas palabras, sus ojos decían que bruto eres para escoger bolsos.
–Qué bueno que te gusta –respondí expectante, cuando entrego un regalo tengo la misma sensación que cuando iba a recibir las calificaciones de un examen a la universidad: Hice lo mejor que pude que pero no sé cuál va a ser el resultado.
–Sí, es precioso, Lo compraste en la tienda de la esquina ¿verdad? Si tienes el ticket de compra mejor lo cambiamos por otro que vi ahí y que me gustaba más, este es como de señora mayor –afirma.
Después de ese día tengo muchas dificultades para encontrar un regalo adecuado. No tengo ninguna confianza en mi criterio para elegir regalos y eso convierte la búsqueda en algo tan difícil como encontrar el pozo de la eterna juventud. Solo faltan dos días para su cumpleaños y yo sigo sin saber que regalarle y me voy a casa derrotado.
–Hola guapo –saluda ella al llegar a casa.
–Hola –contesto yo distraído.
– ¿Cómo ha ido tu día? –pregunta.
–Bien ¿y el tuyo?
–Todo bien… –Y cuando ella lleva un rato contándome todos lo que le ha ocurrido durante el día, historias a las que, la verdad, no presto demasiada atención. Sigo preocupado por el regalo. Hasta que de pronto ella dice: – …los aretes más bonitos que he visto en mi vida, pero no me atreví a comprármelos.
Entonces por primera vez desde que Ana había llegado a casa la mire a los ojos y le pregunte donde los había visto, le pedí que me describiera con la mayor precisión de la que fuera capaz cuales eran los aretes, ella distraída mientras buscaba no sé qué en internet iba contestando mis preguntas sin ponerme demasiada atención, hasta el punto que le tuve que repetir alguna pregunta más de una vez.
A la mañana siguiente, feliz habiéndome quitado un enorme peso de encima, me encamine a la joyería que Ana me había dicho, entré, estuve mirando un rato los expositores hasta que encontré los aretes que Ana había descrito.
–Señorita, por favor –llamé a la encargada. – ¿Puede enseñarme estos aretes por favor?
–Claro que sí, señor –contestó. La chica me miraba un poco raro como si me conociera. A mí la verdad no me sonaba de nada su cara así que no le di importancia.
Después de un rato mirando los aretes como si los estuviera valorando. Llame a la encargada.
–Me llevo estos, ¿me los puede envolver para regalo por favor? –dije.
–Excelente elección, señor –contesto ella aduladora. – ¿Son para su novia?
–Pues sí, ¿es que se me nota mucho? –pregunté.
–La verdad si se le ve enamorado señor, si me permite la confianza, voy a recomendarle estos otros aretes, como mujer debo decirle que estos son mis favoritos –afirmó rotunda al tiempo que ponía otros aretes al lado de los que yo había elegido.
–Le agradezco mucho su interés, pero está decidido, me llevo los otros –contesté.
–Permítame que insista señor, me jugaría mi trabajo a que su novia prefiere estos a los que usted ha elegido –dijo la encargada con una seguridad que me sorprendió y he de reconocer que casi me convence, pero me mantuve firme y llevé los que había elegido.
…………..
–Hola Valentina –saludó Ana a la encargada cuando entramos en la joyería.
–Señora Ana, le juro que hice todo lo posible…  –empezó a explicar la encargada pero Ana la interrumpió.
–No te preocupes Valentina, ya te había dicho que esto podía pasar. Verás Fernando es un buen hombre solo es que lo de los regalos no se la da bien –contestó Ana. Mientras esta conversación tenía lugar delante de mí como si yo no existiera, Valentina saco del expositor los aretes que ella me había recomendado que llevara:
–Ves cariño, con piedras azules colgadas de una piedra blanca central –dijo Ana mientras sostenía los dos pares de aretes uno al lado del otro como preguntando; ¿Cómo te pudiste haber confundido? Pero lo peor es que tenía razón.
Cuando Valentina terminó de envolverlos para regalo me entregó a mí la caja. Ana dio las gracias y se despidió de Valentina al tiempo que a mí me decía:

–Vamos que tenemos la reserva para comer y después me puedes dar mi regalo de cumpleaños…

domingo, 18 de junio de 2017

¿Quién escondió a las mujeres?



El otro día asistí a un concierto de música clásica, o culta, o sinfónica, como la quieran llamar, que el nombre no es lo importante, lo que quiero contarles es que por primera vez, y no es que yo vaya a muchos de estos eventos, quizás un par de ellos o tres al año, pero sumando pues pueden ser alrededor de 100 en toda mi vida, nunca me había tocado que la orquesta fuera dirigida por una mujer. Este simple hecho convirtió ese concierto en algo excepcional. Para esta reflexión no es importante si era buena o normal, entre otras cosas porque yo no tengo los suficientes conocimientos sobre música como para evaluarlo, sino que me hizo pensar sobre lo poco que las mujeres han participado del arte con mayúsculas a través de la historia. Porque aunque han existido grandes artistas mujeres, son una minoría llamativa, por cada Frida Kahlo, podemos nombrar un montón de Rubens, Velázquez, Goya, Van Gogh,  etcétera, por cada Simone de Beauvoir, podemos nombrar a muchos Hemingway, García Márquez, Saramágo, Dickens, Cervantes, Camus, etc, pues en la música es todavía más sangrante porque ante tantos, Beethoven, Mozart, Bach, Rodrigo, Strauss, Puccini, Haydn, Haendel y muchos más no existe ni una sola mujer compositora, que desgracia para los amantes de la música, incluso hubo una época en que se prefería mutilar a hombres amputándoles los genitales para que su voz se mantuviera femenina y delicada,  ¡Pero que zoquetes somos!  
Entonces pensé en cuantas sensaciones, emociones, cuantas maravillas nos hemos perdido. La música no tiene un lado femenino, que pena, que desperdicio, cuantas talentosas mujeres han sido apartadas del camino de la creación en todo este tiempo. Y el siguiente pensamiento es: ¿Cómo puede ser esto posible? ¿Qué hemos hecho mal para perdernos por lo menos de la mitad de la creatividad de la nuestra especie?
De manera que empecé a pensar sobre el origen de este desatino mayúsculo, y al final llegue al principio; Dios. Y es que de pronto me di cuenta de que Dios es hombre, y su hijo también es hombre y el espíritu santo supongo que también, porque si fuera mujer la llamaríamos la bruja maravillosa o la divina inspiración o algo parecido. La primera mujer que aparece en la corte celestial es María, con un papel bastante poco edificante la verdad, porque dio a luz al hijo de Dios, nada más y nada menos que con el espíritu santo, estando casada con José. Es decir su papel es instrumental y poco más. Perturbador.
Entonces entendí que no es de extrañar que durante generaciones pensáramos que los hombres somos superiores a las mujeres, si Dios, nuestro creador todopoderoso y omnipresente es hombre como su hijo y no aparece ninguna mujer en su árbol genealógico por algo será. ¿Cómo sería el mundo si la hija de Dios, hubiera sido María o Rebeca o Sofía? Sin duda sería diferente.
Sin tener en cuenta que Dios crea al hombre a su imagen y semejanza por si quedaba alguna duda y que luego para rematar su obra, como quien compra un florero, creó a la mujer (imagino a Dios mirando su obra terminada y diciendo “¿Que se me olvidó, qué se me olvidó…? ¡Ah sí! La ayudante de mí creación preferida).
Creo que Dios o los encargados de hablarnos de él, profetas, papas, sacerdotes han cometido el terrible error de otorgarle al ser supremo un género, Dios nunca debió ser hombre, ni mujer. Debió ser precisamente eso Di@s, ni hombre ni mujer. Y este pequeño desliz, nos ha privado de la mitad de nuestra civilización posible, ¡Que desperdicio!

lunes, 29 de mayo de 2017

Suegra... solo hay una.





La misma mujer puede ser dos suegras muy diferentes,  este el caso de  mi madre y por lo que me han contado algunos amigos no es la única. Es como Doctor Jekill y Mr. Hyde.
Cuando conoció a mi novia, había conocido a otras antes pero resultó que con esta me iba a casar, después de la cena, tardo veintidós segundos desde que se fue mi novia para empezar a criticarla, al principio con cierta discreción, haciendo preguntas de las que ya sabía la respuesta porque se lo había preguntado a ella durante la cena, pero volvía a preguntarlo como para subrayar lo que ella consideraba un defecto, cosas como: ¿Qué estudió? Cuando ya sabía que no había terminado la carrera porque no pudo pagársela. Si, así de cruel, así de desagradable. Para mi madre como para muchas madres ninguna chica merece a su hijo maravilloso, y ningún hecho que suceda en la realidad será capaz de cambiar esta idea en su cabeza.
Luego con el tiempo las cosas se van suavizando no sin antes pasar por criticar como maneja su casa (a mi madre no se le pasa por la cabeza pensar que la casa es cosa de los dos, ella es así; antigua). Después juzgó con dureza como cocina o peor aún porque se queda sentada hablando con ella mientras yo cocino, también examinó sin piedad como cambió su primer pañal, o que le da de comer a su nieto. Al final el tiempo domó el ímpetu de mi Madre.
Mi hermana se casó unos 5 años después que yo, así que la comparación resultó muy clarificadora. Su marido era como haberse sacado la lotería. A ver, mi cuñado es una buena persona pero tanto como la lotería… Hubo momentos en que llegó a rozar el ridículo elogiando cosas de mi cuñado tan poco relevantes como servir el vino en una cena familiar; ¿en dónde aprendiste a servir el vino con tanto estilo? Preguntó. El resto de los presentes entre los que se encontraban los padres de mi cuñado, prefirieron ignorarlo, aunque creo que a su madre, la de mi cuñado, le brillaban los ojos al tiempo que miraba a mi hermana con una ligera muesca de asco, muy sutil eso sí.
Unos años después de mi divorcio, el día que mi madre por primera vez  coincidió con mi novia tuvo la deferencia de no saludarla. Estuve evitando encuentros con mi madre durante un par de meses, hasta que un día me preguntó: ¿Por qué ahora nunca nos vemos? A lo que yo contesté:
–No estoy dispuesto a volver a pasar por todo el proceso de menosprecio a mi pareja que cuando me casé. Vamos a ir a comer con mi novia pero si tienes un mala cara o una crítica hacía ella por pequeña que sea, vamos a vernos muy poco en el futuro –dije con toda la claridad y contundencia de que fui capaz para no dejar ninguna duda.

Mi madre estuvo encantadora en esa comida.

domingo, 14 de mayo de 2017

Mujeres florero.



Hace unos días, escuche el relato de una chica joven que explicaba que en un evento deportivo de gran renombre la obligaron a ella y a sus compañeras a morirse de frío para que pudieran seguir “enseñando carne”, cuanta más mejor, ante los asistentes a dicho evento. http://www.huffingtonpost.es/2017/05/03/una-azafata-del-conde-de-godo-revela-la-penalidad-que-vivieron-d_a_22067113/ .
Por supuesto que debieran haber dotado a aquellas chicas de abrigo adecuado a la temperatura del momento, pero eso me parece aleatorio, es decir si hubiera hecho calor, las chicas no se hubieran quejado y no habría historia. La pregunta es: ¿a estas alturas de la historia todavía tenemos que usar mujeres objeto como reclamo en eventos públicos?
Con seguridad habrá un montón de personas que por un sinfín de razones diferentes dirán que sí, que es necesario todo este despliegue para que el espectáculo funcione y que las mujeres florero que participan en él son necesarias y que además ellas obtienen un beneficio de ello. Todas esas razones habrá un día en el que nos suenen estúpidas por completo a todos, incluso a los que hoy las defienden. Con seguridad en la antigua Roma, hubo un momento en que los cristianos se quejaron por ser arrojados a los leones y también habría en ese momento un montón de personas que tendrían variadas razones para justificar esa práctica. No estoy comparando ambas cosas, lo que si estoy comparando son los momentos. Durante muchos siglos la mujer fue considerada desde una propiedad del hombre, hasta un adorno, todavía hoy hay gente que las sigue considerando así, aunque por suerte son cada vez menos. Es cierto que hasta hace nada las mujeres no podían votar en la mayoría de los países por ser consideradas incapaces de tomar decisiones sobre su propia vida, El primer país de Europa que reconoció el derecho al voto de las mujeres fue Finlandia en 1907, en México no fue hasta 1955. Hace solo cien años que las mujeres fueron aceptadas en las universidades, hoy el porcentaje de mujeres universitarias es desigual desde el 58 % en España al 39 % en México por ejemplo. Faltan mucho camino por recorrer, en 2014 solo 17 mujeres eran jefe de gobierno en los 194 países del mundo. En Estados Unidos el 40% de los hogares son sostenidos económicamente por mujeres.
Hoy a nadie se le ocurriría echar personas a leones ni como espectáculo ni como nada, porque además de ir a la cárcel, no habría quién se prestara a semejante barbaridad. Bien, pues con toda seguridad llegará un día en el que utilizar a mujeres objeto como reclamo publicitario será visto con desprecio, como algo vergonzoso.
A mí no me gustaría que mi hija estuviera medio desnuda expuesta a la mirada de todo el mundo, anunciando una bebida o unos cigarros o un Smartphone, productos que por lo que se ve no son capaces de atraer la atención de sus potenciales compradores por sí mismos, pero ese es otro tema. No me gustaría ver a mi hermana tampoco, ni a mi novia,  ni a ninguna amiga en esa situación, por lo que tiene de humillante, se valora a la persona por su atractivo físico y su disposición a exhibirlo y nada más, es denigrante. Si la Formula 1, o el tenis, o cualquier evento público no son capaces de atraer al público que necesitan sin tener que exhibir a mujeres casi desnudas, es probable que sea el momento de que se replanteen su espectáculo, El que quiera ir a las carreras de coches, pues que vaya a las carreras… a ver coches correr, que por cierto quizás ya sería el momento de que hubiera alguna piloto mujer en la Formula 1.

Lo que digo es: si ya sabemos que el día en que nadie considere necesario usar mujeres objeto  llegará porque no nos ahorramos quien sabe cuántos años de vergüenzas y lo dejamos de una buena vez por la paz. 

domingo, 7 de mayo de 2017

Mi primera vez...o sobre como perdí la virginidad.





Perdí la virginidad en la azotea de una casa vacía a los quince años. ¿Les pica la curiosidad? Pues la realidad es bastante menos interesante de lo que en principio pueda parecer, y es que perder la virginidad está muy sobrevalorado. Esta es la historia.
Daniel, un amigo de la secundaria, se iba a vivir a Monterrey con su familia porque a su Papá lo mandaron para allá en el trabajo, él se negó a irse a vivir a otra ciudad argumentando, como buen adolescente con cierta exageración, que le iban a destrozar la vida. Después de una ardua negociación sus papás accedieron, como contrapartida a destrozarle la vida a permitirle, una vez hecha la mudanza de su casa en la Ciudad de México, volver unos días para hacer una fiesta de despedida con sus amigos en la casa cuando quedara vacía. La verdad es que la fiesta prometía.
Yo tocaba en una banda de rock por aquel entonces. No éramos muy buenos pero si lo suficiente para la ocasión, así que montamos nuestro escenario improvisado en el patio de la casa y mientras probábamos un poco el sonido, se me acerco una chica y me plantó un beso en la boca, yo quedé noqueado por completo, Dani me dijo: “Es mi prima creo que le gustas”. La verdad es que no recuerdo el nombre de la chica, pero sé que era un poco mayor que yo, creo que tendría unos diecisiete años.
La cuestión es que ya en plena fiesta y con alguna cerveza en el cuerpo empezamos a tocar. Cuando llevábamos como cinco o seis canciones, la prima de Dani me cogió de la mano intentándome llevar hacia dentro de la casa.
–Pero no ves que estoy tocando –dije.
–La verdad no creo que a nadie le importe que dejes de tocar –contestó.
Me quite la guitarra como pude y se la pasé a Luis otro amigo que siempre quería tocar con nosotros pero nunca lo dejábamos porque era todavía peor que nosotros.
Ella me llevo al interior de la casa y me empezó a besar, no voy a entrar en detalles porque no es necesario y la verdad tampoco los tengo muy claros que digamos, pero la cuestión es que para que no nos interrumpieran decidimos subir a la azotea. Una vez allí medio desnudos y siguiendo sus instrucciones porque yo la verdad no tenía ni idea de que era lo que tenía que hacer. De lo que si me acuerdo fue de la voz de ella diciendo: “¿Ya… te cae? ¿Y para esto me raspe las nalgas?”. No parecía contenta. Perdón, fue todo lo que acerté a decir. Llévame a mi casa, me ordeno.
Cuando bajamos de la azotea, mis amigos me miraban con envidia y fue entonces cuando me di cuenta de que ellos con seguridad se estaban imaginando que la gloria me había sido revelada esa noche. Nada más lejos de la realidad, me sentía un poco inútil y no precisamente un amante ejemplar. “Ahora vuelvo” fue lo único que pude  decir mientras ella me arrastraba de la mano fuera de la casa.
El camino a su casa, largo, tardamos casi una hora, lo hicimos poco más o menos que en silencio, cuando llegamos a su casa le pedí su teléfono, ella me miró con una expresión que parecía decir: estas muy chavo, me beso en la mejilla y se metió en su casa.

Cuando volví a la fiesta fui recibido como un héroe por los chicos y con una mirada cercana al desprecio por parte de las chicas, yo levanté la cabeza con fingido orgullo rogando que nadie se enterará nunca de esa frase tan terrible… ¿Ya… te cae?

domingo, 30 de abril de 2017

Escuchar.




–Hoy tuve un problema en la oficina, fíjate que Juliana, la de recursos humanos…
Acabo de llegar a casa después de un día de trabajo y mi mujer tras saludar y preguntarme cómo ha ido mi día, a lo que yo respondí: Bien, normal. Escueto y concreto como siempre. Ella empieza a contarme con lujo de detalle todas las anécdotas, sabores y sinsabores que ha tenido en su día. El problema está en que yo no quiero saberlo.
¿Por qué no quiero compartir con mi pareja las cosas que le importan? Después de mucho pensarlo he llegado a la conclusión de que tiene que ver con sentimientos atávicos; al parecer en algún momento de la historia de la humanidad surgió la idea absurda de que el hombre tiene que proteger a la mujer y que si no cumple con ese cometido, en cierta forma fracasa como hombre, en el sentido más primitivo del terminó, en plan: “macho alfa” o “líder de la manada”. Esta idea expresada así puede sonar anticuada, yo no sería capaz de expresar esta idea en público o en voz alta hoy en día. Pero la realidad es que cuando una mujer a mi alrededor, sea pareja, madre, hermana o hija, sufre o tiene algún problema considero  mi obligación resolverlo por ella, no sucede lo mismo cuando es un hermano o un hijo, es verdad que también a los varones cercanos  intentaría ayudarlos en caso de lo necesitaran, pero no siento como mi responsabilidad el resolverlo. Si pusiera esta idea en dos frases simples podrían ser las siguientes: “No te preocupes yo me encargo” o “yo te ayudo pero tus cosas las resuelves tú, que ya va siendo hora de que aprendas”. Creo que no es necesario especificar a quien se le dice cual.
De manera que llega un momento en el que cuando llegas a casa de trabajar y te has pasado el día lidiando con problemas, no quieres tener que resolver otro más, así que prefieres no saber que existe dicho asunto.
Pero hay más. ¿Por qué prefiero no compartir mis problemas con mi pareja? Pues siguiendo con los mismos sentimientos atávicos que escondidos en algún rincón primitivo del cerebro me dicen que yo soy el fuerte en la relación, reconocer que hay cosas que me superan, me preocupan o me dan miedo socava esa posición de protector.
Por supuesto la parte racional de mi cerebro me repite que esto no es así. Mi pareja no me cuenta lo que le ha pasado durante su día porque esté esperando que le solucione sus problemas mientras ella se sienta a mirar. No, no es por eso, lo que pasa es que ella piensan mientras verbalizan lo que le pasa, así que para encontrar la solución a sus retos o problemas necesita hablar de ellos, luego la solución aparecerá y si no aparece, pues por lo menos se ha desahogado y se sentirá mejor. Desde luego escucharla con atención, la simple expresión de una frase de apoyo y probablemente un abrazo es todo lo que ella espera de mí, si además aporto alguna opinión o idea sobre lo que le preocupa, ella tendrá todo lo que necesita en ese momento, ya se ocupara ella como lo ha hecho toda su vida de resolver el asunto.

En cuanto a mi supuesta fortaleza, mi pareja y con casi toda probabilidad tu pareja también, amigo mío, porque tengo la sospecha de que esto no me pasa solo a mi (digo sospecha porque ya saben que los hombres no hablamos entre nosotros de estas cosas). Saben a la perfección que no somos tan fuertes como nos empeñamos en parecer, pero también saben que para nosotros es importante que ellas lo crean así. Entonces ellas deciden dejarnos vivir pensándonos sus protectores y eso; lo hacen para protegernos. ¿A que tiene gracia?

domingo, 23 de abril de 2017

En la intimidad del baño.




El baño es, en mi opinión, el sitio más íntimo de una casa, es además, el lugar donde se pone a prueba la capacidad de convivencia de una pareja. La capacidad de compartir el baño es una de las pruebas más duras para cualquier pareja cuando empieza una relación. Yo tuve la suerte de tener una madre obsesiva compulsiva del orden y la limpieza y esto me ha ayudado a mantener los estándares de pulcritud del baño dentro de los límites razonables para una mujer, pero para muchos de mis amigos esto no es así.
Los hombres solemos dejar tirada la toalla en el suelo después de secarnos, por lo menos mientras somos solteros, la tapa del bote de la crema de rasurar siempre se pierde y un resto de espuma siempre cae por la orilla del bote, la pasta de dientes destapada por supuesto, y cuando se acaba el papel de baño nunca lo cambiamos, nos limitamos a sacar uno nuevo   y dejarlo sobre la tapa del escusado; estas son solo algunas de nuestras gracias más habituales en el cuarto de baño.
El espacio suele ser también motivo de conflicto, jabón, shampoo, navaja y crema para rasurarnos, cepillo, pasta de dientes, loción para después de afeitarnos y desodorante son por lo general el ajuar de cualquier hombre en el baño. En cambio nuestras compañeras tienen además, crema para las manos, otra para el cuerpo, una para la cara y la específica de las ojeras, una antiarrugas y otra antienvejecimiento (¿para qué necesitan tantas cremas? ¿No son todas iguales? Me pregunto, pero jamás haré esa pregunta en voz alta), cera para depilarse y depiladora, aceite para desmaquillarse, crema para  después de desmaquillarse (que por supuesto es diferente de todas las anteriores mencionadas), algodón, secador para el pelo, plancha para el pelo, dos o tres cepillos, broches, prendedores y ligas para el pelo, acondicionador, tratamiento para que no se les rice el pelo, tratamiento para que se les rice, protección para el cabello maltratado, compresas, pinzas para depilar las cejas (estas pinzas ahora también las uso yo a escondidas desde que me empezaron a salir pelos en la orejas, cosas de la edad), por supuesto tres o cuatro perfumes y una cajita con incontables muestras de cremas y perfumes de todas las clases posibles, esmaltes varios para las uñas, acetona y algodón para despintarse las uñas, que por increíble que parezca son de una clase distinta a los algodones para desmaquillarse, cortaúñas y tijeras para los pellejitos de los dedos (nosotros nos los mordemos). Todo este arsenal hace que sea difícil administrar el espacio en el cuarto de baño, conseguir un equilibrio en el reparto del espacio no es tarea sencilla, por eso los matrimonios ricos tienen un baño para cada uno
Dejando de lado las cuestiones del mantenimiento del orden y la limpieza en el baño, no porque no sean importantes sino por que serían objeto de un tratado en sí mismas, pasare a la cuestión de…no sé cómo decirlo, es difícil tratar este tema sin caer en la vulgaridad… permítanme ponerlo de esta forma: mi novia no caga. Lo siento, sé que es una frase poco edificante pero no encuentro otra forma de explicarlo. La cuestión es que no caga, o por lo menos no tengo pruebas evidentes de que lo haga y me explico: Nunca la pierdo vista en casa el tiempo suficiente como para que ella tenga tiempo para realizar esta tarea, que yo creía hasta ahora inherente a todo ser vivo. ¿Cómo demonios lo hace? Ya sé que no es un tema agradable, pero es un tema. Cuando éramos niños mi madre anunciaba sin ningún tipo de pudor sus planes al respecto: Pórtense bien que voy a cagar, nos anunciaba, ya sé que esto tampoco es lo ideal, pero ¿se dan cuenta de la magnitud del cambio para mí? Porque al final todos los hacemos ¿o no? Cuando yo realizo mis necesidades, paso mucha vergüenza esperando que ella no entre al baño hasta que pase un tiempo prudencial, suficiente como para que se evaporen las evidencias olfativas de ese hecho y a veces no lo consigo, eso además de la costumbre que tengo de leer mientras lo hago, si no leo, no sale, así que tengo que procurarme material de lectura para ese momento a escondidas. Pueden estar seguros que ella nunca me ha dicho nada al respecto, cosa que agradezco, pero me encantaría que ella alguna vez pasara por la misma vergüenza aunque solo fuera por solidaridad.

¿Alguien me lo puede explicar? Por favor.

domingo, 16 de abril de 2017

¿Me veo más gorda mi vida?





–Fernando, ¿me ves más gorda?
Cuando tu pareja te hace esta pregunta sabes que digas lo que digas, incluso si no dices nada estas perdido, no vas a salir indemne de este asunto.
–Estás preciosa, mi amor –contesto. Es muy importante desviar la atención de la pregunta original, es crucial nunca contestar la pregunta…
–Eres un mentiroso, ya dime si me ves más gorda –ella insiste.
 –  ¿Estas más morena? Te queda muy bien el moreno –evado por segunda vez la cuestión principal.
–Deja de mentirme –ataca ella.
–Yo no te mentiría jamás… –afirmé y un instante después de pronunciar la última palabra sabía que me había equivocado.
–Perfecto entonces, como tú nunca mientes, me vas a decir si me ves más gorda –dice mi novia y sonríe, cree que me tiene acorralado, pero lo peor es que yo creo que no.
–Pero, ¿qué te hace pensar que te ves más gorda, mi amor? –pregunto mientras la sonrisa de Ana se desvanece, me he vuelto a escapar, aunque esto aún no ha terminado.
–Aquí no importa lo que yo piense, lo que cuenta es como me ves tú, te estoy pidiendo tu opinión –Ella empieza a perder la paciencia.
–Claro que importa lo que pienses tú, de hecho es lo único que importa, lo principal es que tú te sientas bien –respondo y esta vez sonrío yo, creo que he zanjado la cuestión – ¿Quieres que prepare algo de cenar? –propongo mientras abro la despensa a ver que puedo preparar para cenar y seguir con nuestra apacible vida pero cuando volteo a mirarla para preguntarle si le apetece una pasta con aceite de oliva y espinacas, veo en sus ojos que en algún momento crucé una línea de no debía y por más rápido que pienso tratando de encontrar cual fue esa línea, sé que de alguna manera ya no importa.
–Por supuesto, que buena idea; vamos a cebar a la foquita a ver si así se calla… –contesta al parecer furiosa. –La cuestión es que nunca me dices lo que piensas, parece que soy un ogro con el que no se puede hablar, cualquiera pensaría que me tienes miedo.
–Mi opinión es que estás preciosa, no eres un ogro y por supuesto no te tengo miedo –Insisto.
Yo creo que hay veces en que a mi novia, como a muchas mujeres, hay algo que le molesta, alguna situación, algo que han dicho mis padres o que dije yo delante de los suyos, o que haya asistido a algún evento que ella considera que debí haberle pedido que me acompañara y no lo hice, o alguna persona, mujer para más señas, que ella considera que su trato hacia mí es más cercano de lo que debiera de ser. Este tipo de cosas que ella preferiría que no le molestaran pero que no puede evitarlo (El fin de semana anterior en una comida en casa de mis padres, resulta que mi madre, mientras estaban solas en la cocina, le dijo que estaba muy gorda, que debería cuidarse que aún era muy joven para dejarse estar). Así que fabrica una situación en la que poder desahogar su enfado.
–Pues tu madre no opina lo mismo, como si ella estuviera para dar consejos –dice alzando la voz.
– ¿Mi madre? ¿Esto es por algo que te dijo mi madre? –pregunto.
–Si tu madre. Poco le falto para llamarme foca –insiste.
–Ya sabes cómo es ella, no sabe tener la boca cerrada.
–Perfecto, o sea que si estoy gorda pero sería mejor no decirme nada –ataca furiosa.
–Yo no he dicho eso –me defiendo sabedor de que da igual lo que diga, hoy duermo en el sofá. Aunque debería dormir en el sofá mi mamá, pero ella está en su casa ahora mismo tan a gusto.
– ¿Ah no y que has dicho entonces?
–Mira mi amor, no estas más gorda, ya te dije que estás preciosa, no hagas caso ya sabes que a mi mamá le encanta provocarte.
–Si claro ni modo que me digas tú también que estoy más gorda.

Bien, no les voy a hacer el cuento más largo, solo les diré que ella terminó dando un portazo encerrándose en nuestra habitación. Yo esperé un tiempo prudencial y después entré despacio con una flor de papel que fabrique en la cocina mientras le daba tiempo a recomponerse, ella me miro y yo mirándola a los ojos sin dudar, con la misma seguridad que el sol saldrá mañana le dije: Eres la mujer más hermosa del mundo y cuando sonrió tímida me acerque y la abrace. Ella me dijo muy despacio al oído: Entonces amor ¿estoy más gorda?...

miércoles, 29 de marzo de 2017

Infidelidad


No fue sino hasta pasados los cuarenta que alguien me explico que una infidelidad es una traición muy grave a la confianza, una deslealtad de las más grandes. La persona fue la que ahora es mi ex mujer, hasta ese momento yo había oído algo sobre el tema, así como de pasada, por ejemplo de niño cuando te preparan para la primera comunión oyes hablar del adulterio, y de lo sagrado que es el matrimonio y que es para toda la vida, pero el enfoque es más una traición a las leyes de Dios que a la confianza de la persona que has elegido para pasar tú vida con ella. Cuando te casas te lo dejan caer un poco como de pasada. A partir de ahí queda en el terreno de la ambigüedad, de la doble moral a la que tan acostumbrados estamos hoy en día: porque en la mayoría de los casos cuando nos encontramos en público todos criticamos las infidelidades cometidas por nuestros conocidos de las que nos llegamos a enterar, al mismo tiempo que aplaudimos en la intimidad o por lo menos aceptamos sin reproches las de nuestros amigos más cercanos. Incluso en la Francia de principios del siglo XIX en ciertos círculos de la burguesía se consideraba un valor positivo tener varios amantes.
También es muy habitual justificar las infidelidades, en especial las de los hombres con frases del tipo: “tendrá que buscar fuera lo que no encuentra en casa” incluso a veces seguidas de la palabra “pobre”. No me estoy justificando. Fui infiel a mi mujer y como consecuencia de eso nos divorciamos, aunque la relación estaba rota de antes, no tuve el valor de afrontarlo hasta que me sorprendió in fraganti. Fui un traidor desleal y un cobarde. No lo niego, ojalá no lo hubiera hecho, ojalá hubiera tenido el valor de afrontar que la relación estaba rota, pero no fue así.
Creo que es probable que si alguien me hubiera explicado el tremendo dolor que causas a la persona que amas o por lo menos amaste alguna vez, si alguien me hubiera, nos hubiera explicado a los hombres la traición terrible y la deslealtad ruin que es ser infiel, es posible que no lo hubiera sido, eso nunca lo sabremos.
No pretendo dar lecciones a nadie, las circunstancias personales son diferentes en cada caso, supongo que habrá situaciones en las que incluso se justifique una infidelidad, pero creo que serán la excepción que confirma la regla. Simplemente les cuento mi experiencia, sin pretender convertirla en categoría o ejemplo, solo es una historia en medio de todas las historias posibles.
La cuestión es que deberíamos empezar a hablar a nuestros hijos de la lealtad y la honradez, y explicarles que si la pareja que un día elegiste con el tiempo dejó de ser como era, o tu cambiaste, o que las cosas no resultaron como pensabas que iban a salir no es razón suficiente para la traición y la deslealtad, si la relación no funciona pues o se arregla o se deja pero no se traiciona.

martes, 21 de marzo de 2017

Síndrome de estupidez transitoria (celos)


Tenía unos 19 años cuando por celos, hice la cosa más ridícula de toda mi vida. Unos meses antes había conocido a Lucía, que se sentía un poco sola porque su novio se había ido al extranjero durante unos meses, en seguida nos llevamos muy bien, así que primero le propuse que lo dejara a él para salir conmigo, pero ella se negó con rotundidad. Después le propuse que saliéramos hasta que volviera su novio, a lo que también se negó. Seguí insistiendo hasta que la convencí, no obstante ella me avisó: Esto no va a salir bien, al final va a doler. Y yo le contesté: No tiene porque ya somos adultos y sabemos lo que hacemos. ¿A que tiene gracia? Disfrutamos de unos meses muy divertidos y apasionados hasta que un sábado por la noche mientras la llevaba a su casa me dijo: Roberto vuelve el jueves, así que hoy será el último día que nos veamos. De poco sirvieron mis protestas y objeciones.
Esa noche en mi casa no podía dormir, solo imaginaba a Roberto besándola, lo que me hacía perder la cabeza e imaginarme estupideces; como rescatar a Lucía de un sótano donde Roberto la retenía porque ella le había confesado que al que amaba era a mí.  Yo no me resignaba a cumplir el trato de ninguna de las maneras, entonces opté por torturar a Lucia durante los siguientes cuatro días para convencerla de que rompiera con Roberto, pero aunque me tuvo una paciencia infinita no cedió.
Me enteré por una amiga común que ese día lo iba a ir a buscar al aeropuerto y de ahí irían a cenar luego ella llevaría al chico a su casa y volvería a la suya. De manera que convencí a un amigo mío para que me acompañara a montar guardia afuera de la casa de Lucía.

– ¿Para qué quieres irte a parar afuera de su casa? –preguntó Saúl, mi amigo, con la esperanza de que desistiera de la estupidez que me disponía a hacer.
–Para verla –respondí yo.
–Ahora lo entiendo; para verla cuando llega a su casa después de recibir a su novio. Lo lógico, bien pensado Fernando –concluyó sarcástico.
–Mira Saúl, tú me acompañas y mientras esperamos en el coche yo te invito unas cervezas y te lo explico con calma.

A eso de las diez de la noche detuvimos el coche a una distancia prudencial de la casa de Lucia. En este punto les recuerdo que en esa época no existían los teléfonos móviles ni las redes sociales, es decir; si querías saber en dónde estaba alguien lo tenías que espiar. Al cabo de un rato un coche se detuvo a nuestro lado; era  el hermano mayor de Lucía nos saludaba sonriente. A mí, haciendo gala de mi falta de sentido del ridículo, no se me ocurrió nada más que mirar para el otro lado.

–Tu cuñado está en su coche al lado de nosotros y nos está saludando –dijo Saúl, tratando de no mover los labios mientras habla. Pero al mismo tiempo no podía evitar mirar al hermano de Lucía poniendo cara de idiota.
–Ya lo sé, hazte pendejo –contesté yo sin dejar de mirar hacia el otro lado en donde no había nada más que una pared a la que le hacía falta una mano de pintura.
– ¿Más pendejo? –pregunto Saúl.

Manuel, que conocía los detalles de la relación entre Lucía y yo soltó una carcajada y siguió su camino. Yo decidí que no me había reconocido. No había pasado media hora cuando apareció María Elena la hermana de Lucía con un plato en el que traía dos sándwiches.

–  ¿Esa que viene caminando ahí no es la hermana de Lucía? –preguntó Saúl.
–Agáchate que no nos vea –dije, sumando otra decisión brillante a todas las que llevaba ese día.
–Hola chicos, les traje estos sándwiches, deben de tener hambre –dijo ella cuando llegó hasta el coche.
–Hola, estamos esperando a un amigo de Saúl que vive aquí a la vuelta, ¿Qué casualidad no? –Fue mi respuesta. Saúl al oírme no pudo evitar mirar al cielo preguntándose: ¿Cómo puedo tener un amigo tan idiota?
–Ya me imagino. Lucía va a tardar un rato en llegar y con el estómago lleno se piensa mejor –dijo María Elena mientras sonreía con ternura.
–Gracias –contestó Saúl al ver que yo me quedaba callado.
Una vez que María Elena desapareció de nuestra vista yo le pedí a Saúl que nos largáramos de ahí, sentía que ya había llenado el cupo de vergüenzas para esa noche.
–Mira; si te vas ahora Lucía sabrá que además de idiota eres un cobarde. Ya no tienes salida ahora hay que esperar –afirmó Saúl.

Un par de horas después por fin vimos pasar el coche de lucía, tan rápido que no nos dio tiempo de ver si iba sola o acompañada, metió el coche en el garaje de su casa y sanseacabó, casi cuatro horas de guardia, seis cervezas y dos ridículos después le pedí a Saúl que me llevara a mi casa. El me miro compasivo y dijo: te invito unos tacos pa´que se te pase el berrinche. hay unos muy ricos aquí a la vuelta de la esquina.
Nos bajamos del coche para dirigirnos a la taquería cuando Nora, la amiga de Lucía que me pasaba la información sobre los movimientos de Lucía y su novio, nos encontró de frente.

–Estás bien, pero que bien pendejo –dijo Nora, que era muy directa. Mientras se reía.
–Buenas noches, yo también me alegro de verte –contesté, inmune ya a más posibles vergüenzas.
– ¿A dónde van? –preguntó Nora.
–Le voy a invitar unos tacos aquí en la esquina a tu amigo el pendejo, pero bien pendejo –dijo Saúl pretendiendo hacerse el gracioso. Nora le gustaba.
–Sale que los disfruten –contestó Nora y siguió su camino.
–Va a casa de Lucia –advirtió Saúl.
–Ya… qué más da. Estoy muerto –respondí resignado a mi derrota.

Todavía no nos habían servido los tacos cuando aparecieron en la taquería Lucía y Nora, se acercaron a nuestra mesa; Lucia con el gesto serio. Nora parecía muy divertida.

–Hola, ¿Cómo estás? –preguntó Lucía mirándome directo a los ojos, me sentí desnudo.
–Ya sé que fue una estupidez no lo volveré a hacer te lo prometo –contesté.


Entonces ella me dio un beso en la mejilla y cuando se marchaba me dijo: “Nos vemos mañana.”

lunes, 23 de enero de 2017

Caballerosidad y damerosidad.



Cuando yo era chico, tendría unos dieciocho años más o menos, tuve la siguiente discusión con la que en ese momento era mi novia:
–Eres un pinche naco, no sé que te cuesta abrirme la puerta del coche,  ¡gañán! –Como se pueden imaginar no estaba contenta.
– ¿Eres manca? Si quieren la igualdad, cosa que a mí me parece muy bien, pues seamos iguales y entonces ¿por qué no me abres la puerta tú a mí? O mejor ¿por qué no se abre cada uno su puerta? –expuse mi argumento.
–Ser caballeroso no tiene nada que ver con la igualdad, pero tú eres demasiado zoquete para entenderlo, o me abres la puerta o te vas solo a la fiesta.
Como se pueden imaginar me bajé del coche y le abrí la puerta, luego me pase el resto de la noche ganándome el perdón a mi falta de sensibilidad.

He de decir en mi defensa que en Europa, a muchas mujeres, la caballerosidad, esto de abrir la puerta, ayudar a acercar la silla a la  mesa, ceder el paso…les resulta insultante, ¿crees que no puedo abrirme la puerta sola? He oído preguntar alguna vez. Y es que en realidad hay una línea muy delgada entre la caballerosidad y la dependencia y es que en esta lucha a brazo partido que mantienen las mujeres desde siempre para ganar la igualdad real y su espacio en el mundo no hay lugar para las ambigüedades.
Pero con el tiempo me he dado cuenta de que, como bien dice el dicho, lo cortés no quita lo valiente, Porque la caballerosidad también tiene su punto romanticón, de declaración de intenciones: “Te voy a cuidar porque te quiero”…algo así. Es decir creo que se debe de ser caballeroso con la mujer que amas, educado con las demás, creo que hoy en día el espacio para la caballerosidad es en exclusiva el del amor, la conquista, la seducción. Creo que en el resto de ámbitos, el laboral o académico por ejemplo, ya no tiene mucho sentido la caballerosidad entendida como dejar pasar delante a la chica.
¿Saben una cosa? Mientras escribo esto me he dado cuenta de que también existe la… ¿mujerosidad, damarosidad? Aunque nunca le hemos dado un nombre, como a casi todas las cosas que no inventamos los hombres no nos preocupa llamarlas de una forma determinada. ¿Qué es la mujerosidad o damarosidad? Por ejemplo esa paciencia que nos tienen cuando nos ponemos a hablar de nuestras pequeñas necedades cotidianas de macho alfa: –El idiota se me quería meter y le eche el coche encima – O como pasan por alto sin decir ni una palabra, sin hacer ni un gesto la horrible/sosa combinación de ropa que elegimos a veces, o en cómo se fijan en donde hemos dejado las llaves, sabedoras de que más tarde les preguntaremos si las han visto.

Al final es posible que la clave esté en que seamos más amables, considerados y solidarios con los demás y también con nosotros mismos,  sin importar el género.

miércoles, 11 de enero de 2017

¿Solo amigos?



¿Solo amigos?

¿Es posible la amistad entre hombres y mujeres? ¿O el deseo al final es inevitable? Porque desde el punto de vista biológico estamos hecho para atraernos, pero pongamos un ejemplo: ese chico que trabaja en la oficina contigo,  es atento, simpático, guapo y divertido, y que te escucha con atención cuando le necesitas contar que el insensible de tu marido, novio o pareja hizo tal o cual cosa esta vez, o que la arpía de tu suegra salió con quien sabe qué, ese chico con el que compartes asuntos cada vez más íntimos y personales. Entonces un una compañera de trabajo con evidente malicia te pregunta: ¿últimamente te vas todos  los días a tomar el café con Borja?
– ¿Con Borja? –preguntas tú con expresión de no haber roto un plato en tu vida.
–Sí, con Borja no te hagas… –insiste tu amiga, quizás un poco celosa de que tengas esa cercanía con este chico porque; ¿a quién no le gusta estar cerca de alguien joven, atractivo e interesante?
– ¿Estás loca? Si le saco casi ocho años. Solo somos amigos –respondes ofendida.
–Sí, lo que tú digas bonita –sentencia sarcástica tu compañera de trabajo. Es entonces cuando te preguntas ¿se me nota? y acto seguido te respondes; como que si se me nota si solo somos amigos. Y tras un rato te sinceras contigo y asumes: bueno la verdad es que un poquito si me atrae, un poco después piensas: ¿se habrá dado cuenta él? y lo más importante ¿Yo también le gustaré?  A partir de este punto no lo volverás a ver de la misma forma jamás.
Al día siguiente cuando vayas a tomar el café con él de pronto te dirá: ¿Que te pasa? Estás rara.

Es probable que él haya visto la situación de una manera muy diferente, quizá en algún momento ante algún gesto que hiciste mientras hablaban pensó: Es guapa, creo que me gusta, pero está casada/de novia, voy a esperar a ver si me da entrada. Así que anda pendiente al acecho por si encuentra una señal.
Luego ya depende de la situación personal, si tienes pareja o no, y si la relación con tú pareja se encuentra en un buen momento o no. Pero pensarlo lo piensas y como ella se deje querer un poquito entonces llega el momento en que tienes que decidir si das ese paso adelante que los convertirá en algo más que amigos o en definitiva te alejas  y si no me creen piensen un poco chicas, ¿cuantos amigos que nunca les hayan insinuado la posibilidad de una relación más íntima sea ocasional o permanente tienen desde hace…digamos 5 años? Me apuesto un café a que en ningún caso es más de uno y en la mayoría de los casos es cero.
Es probable que ustedes lean esto y piensen que estoy equivocado, puede ser pero es aquí donde volvemos al principio, desde el punto de vista biológico estamos hechos para atraernos y esto no me lo he inventado yo y aunque no cabe duda de que existen excepciones a esa atracción, como siempre pasa las excepciones no hacen sino confirmar la regla.

¿Ustedes que opinan podemos ser amigos?