domingo, 30 de abril de 2017

Escuchar.




–Hoy tuve un problema en la oficina, fíjate que Juliana, la de recursos humanos…
Acabo de llegar a casa después de un día de trabajo y mi mujer tras saludar y preguntarme cómo ha ido mi día, a lo que yo respondí: Bien, normal. Escueto y concreto como siempre. Ella empieza a contarme con lujo de detalle todas las anécdotas, sabores y sinsabores que ha tenido en su día. El problema está en que yo no quiero saberlo.
¿Por qué no quiero compartir con mi pareja las cosas que le importan? Después de mucho pensarlo he llegado a la conclusión de que tiene que ver con sentimientos atávicos; al parecer en algún momento de la historia de la humanidad surgió la idea absurda de que el hombre tiene que proteger a la mujer y que si no cumple con ese cometido, en cierta forma fracasa como hombre, en el sentido más primitivo del terminó, en plan: “macho alfa” o “líder de la manada”. Esta idea expresada así puede sonar anticuada, yo no sería capaz de expresar esta idea en público o en voz alta hoy en día. Pero la realidad es que cuando una mujer a mi alrededor, sea pareja, madre, hermana o hija, sufre o tiene algún problema considero  mi obligación resolverlo por ella, no sucede lo mismo cuando es un hermano o un hijo, es verdad que también a los varones cercanos  intentaría ayudarlos en caso de lo necesitaran, pero no siento como mi responsabilidad el resolverlo. Si pusiera esta idea en dos frases simples podrían ser las siguientes: “No te preocupes yo me encargo” o “yo te ayudo pero tus cosas las resuelves tú, que ya va siendo hora de que aprendas”. Creo que no es necesario especificar a quien se le dice cual.
De manera que llega un momento en el que cuando llegas a casa de trabajar y te has pasado el día lidiando con problemas, no quieres tener que resolver otro más, así que prefieres no saber que existe dicho asunto.
Pero hay más. ¿Por qué prefiero no compartir mis problemas con mi pareja? Pues siguiendo con los mismos sentimientos atávicos que escondidos en algún rincón primitivo del cerebro me dicen que yo soy el fuerte en la relación, reconocer que hay cosas que me superan, me preocupan o me dan miedo socava esa posición de protector.
Por supuesto la parte racional de mi cerebro me repite que esto no es así. Mi pareja no me cuenta lo que le ha pasado durante su día porque esté esperando que le solucione sus problemas mientras ella se sienta a mirar. No, no es por eso, lo que pasa es que ella piensan mientras verbalizan lo que le pasa, así que para encontrar la solución a sus retos o problemas necesita hablar de ellos, luego la solución aparecerá y si no aparece, pues por lo menos se ha desahogado y se sentirá mejor. Desde luego escucharla con atención, la simple expresión de una frase de apoyo y probablemente un abrazo es todo lo que ella espera de mí, si además aporto alguna opinión o idea sobre lo que le preocupa, ella tendrá todo lo que necesita en ese momento, ya se ocupara ella como lo ha hecho toda su vida de resolver el asunto.

En cuanto a mi supuesta fortaleza, mi pareja y con casi toda probabilidad tu pareja también, amigo mío, porque tengo la sospecha de que esto no me pasa solo a mi (digo sospecha porque ya saben que los hombres no hablamos entre nosotros de estas cosas). Saben a la perfección que no somos tan fuertes como nos empeñamos en parecer, pero también saben que para nosotros es importante que ellas lo crean así. Entonces ellas deciden dejarnos vivir pensándonos sus protectores y eso; lo hacen para protegernos. ¿A que tiene gracia?

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