lunes, 26 de junio de 2017

El regalo de cumpleaños.




Falta poco para el cumpleaños de Ana, mi novia, y empieza la interminable búsqueda del preciado objeto que represente todo lo que siento por ella, al cabo de un rato decido que es un objetivo muy ambicioso y me decido por un regalo que le guste o que le sea útil.
Voy al centro comercial a ver si aparece como por arte de magia el regalo, por si de pronto paseando entre las tiendas algún objeto decide hablarme: “Soy yo, Ana quiere uno como yo”. Pero eso no sucede, miro las blusas, los bolsos, los libros, los perfumes, y nada me convence. ¿Para qué es un regalo? Pues para demostrar cariño por ejemplo, pero ¿debe ser algo útil? Mi opinión es que sí, pero también debe ser algo sorprendente, algo entrañable, algo que haga que ella me recuerde. Otra vez estoy siendo muy ambicioso y sigo dando vueltas como al principio sin saber que regalarle. Una vez le regale un bolso.
–Qué bonito, muchas gracias –dijo ella. Mientras su boca emitía esas palabras, sus ojos decían que bruto eres para escoger bolsos.
–Qué bueno que te gusta –respondí expectante, cuando entrego un regalo tengo la misma sensación que cuando iba a recibir las calificaciones de un examen a la universidad: Hice lo mejor que pude que pero no sé cuál va a ser el resultado.
–Sí, es precioso, Lo compraste en la tienda de la esquina ¿verdad? Si tienes el ticket de compra mejor lo cambiamos por otro que vi ahí y que me gustaba más, este es como de señora mayor –afirma.
Después de ese día tengo muchas dificultades para encontrar un regalo adecuado. No tengo ninguna confianza en mi criterio para elegir regalos y eso convierte la búsqueda en algo tan difícil como encontrar el pozo de la eterna juventud. Solo faltan dos días para su cumpleaños y yo sigo sin saber que regalarle y me voy a casa derrotado.
–Hola guapo –saluda ella al llegar a casa.
–Hola –contesto yo distraído.
– ¿Cómo ha ido tu día? –pregunta.
–Bien ¿y el tuyo?
–Todo bien… –Y cuando ella lleva un rato contándome todos lo que le ha ocurrido durante el día, historias a las que, la verdad, no presto demasiada atención. Sigo preocupado por el regalo. Hasta que de pronto ella dice: – …los aretes más bonitos que he visto en mi vida, pero no me atreví a comprármelos.
Entonces por primera vez desde que Ana había llegado a casa la mire a los ojos y le pregunte donde los había visto, le pedí que me describiera con la mayor precisión de la que fuera capaz cuales eran los aretes, ella distraída mientras buscaba no sé qué en internet iba contestando mis preguntas sin ponerme demasiada atención, hasta el punto que le tuve que repetir alguna pregunta más de una vez.
A la mañana siguiente, feliz habiéndome quitado un enorme peso de encima, me encamine a la joyería que Ana me había dicho, entré, estuve mirando un rato los expositores hasta que encontré los aretes que Ana había descrito.
–Señorita, por favor –llamé a la encargada. – ¿Puede enseñarme estos aretes por favor?
–Claro que sí, señor –contestó. La chica me miraba un poco raro como si me conociera. A mí la verdad no me sonaba de nada su cara así que no le di importancia.
Después de un rato mirando los aretes como si los estuviera valorando. Llame a la encargada.
–Me llevo estos, ¿me los puede envolver para regalo por favor? –dije.
–Excelente elección, señor –contesto ella aduladora. – ¿Son para su novia?
–Pues sí, ¿es que se me nota mucho? –pregunté.
–La verdad si se le ve enamorado señor, si me permite la confianza, voy a recomendarle estos otros aretes, como mujer debo decirle que estos son mis favoritos –afirmó rotunda al tiempo que ponía otros aretes al lado de los que yo había elegido.
–Le agradezco mucho su interés, pero está decidido, me llevo los otros –contesté.
–Permítame que insista señor, me jugaría mi trabajo a que su novia prefiere estos a los que usted ha elegido –dijo la encargada con una seguridad que me sorprendió y he de reconocer que casi me convence, pero me mantuve firme y llevé los que había elegido.
…………..
–Hola Valentina –saludó Ana a la encargada cuando entramos en la joyería.
–Señora Ana, le juro que hice todo lo posible…  –empezó a explicar la encargada pero Ana la interrumpió.
–No te preocupes Valentina, ya te había dicho que esto podía pasar. Verás Fernando es un buen hombre solo es que lo de los regalos no se la da bien –contestó Ana. Mientras esta conversación tenía lugar delante de mí como si yo no existiera, Valentina saco del expositor los aretes que ella me había recomendado que llevara:
–Ves cariño, con piedras azules colgadas de una piedra blanca central –dijo Ana mientras sostenía los dos pares de aretes uno al lado del otro como preguntando; ¿Cómo te pudiste haber confundido? Pero lo peor es que tenía razón.
Cuando Valentina terminó de envolverlos para regalo me entregó a mí la caja. Ana dio las gracias y se despidió de Valentina al tiempo que a mí me decía:

–Vamos que tenemos la reserva para comer y después me puedes dar mi regalo de cumpleaños…

domingo, 18 de junio de 2017

¿Quién escondió a las mujeres?



El otro día asistí a un concierto de música clásica, o culta, o sinfónica, como la quieran llamar, que el nombre no es lo importante, lo que quiero contarles es que por primera vez, y no es que yo vaya a muchos de estos eventos, quizás un par de ellos o tres al año, pero sumando pues pueden ser alrededor de 100 en toda mi vida, nunca me había tocado que la orquesta fuera dirigida por una mujer. Este simple hecho convirtió ese concierto en algo excepcional. Para esta reflexión no es importante si era buena o normal, entre otras cosas porque yo no tengo los suficientes conocimientos sobre música como para evaluarlo, sino que me hizo pensar sobre lo poco que las mujeres han participado del arte con mayúsculas a través de la historia. Porque aunque han existido grandes artistas mujeres, son una minoría llamativa, por cada Frida Kahlo, podemos nombrar un montón de Rubens, Velázquez, Goya, Van Gogh,  etcétera, por cada Simone de Beauvoir, podemos nombrar a muchos Hemingway, García Márquez, Saramágo, Dickens, Cervantes, Camus, etc, pues en la música es todavía más sangrante porque ante tantos, Beethoven, Mozart, Bach, Rodrigo, Strauss, Puccini, Haydn, Haendel y muchos más no existe ni una sola mujer compositora, que desgracia para los amantes de la música, incluso hubo una época en que se prefería mutilar a hombres amputándoles los genitales para que su voz se mantuviera femenina y delicada,  ¡Pero que zoquetes somos!  
Entonces pensé en cuantas sensaciones, emociones, cuantas maravillas nos hemos perdido. La música no tiene un lado femenino, que pena, que desperdicio, cuantas talentosas mujeres han sido apartadas del camino de la creación en todo este tiempo. Y el siguiente pensamiento es: ¿Cómo puede ser esto posible? ¿Qué hemos hecho mal para perdernos por lo menos de la mitad de la creatividad de la nuestra especie?
De manera que empecé a pensar sobre el origen de este desatino mayúsculo, y al final llegue al principio; Dios. Y es que de pronto me di cuenta de que Dios es hombre, y su hijo también es hombre y el espíritu santo supongo que también, porque si fuera mujer la llamaríamos la bruja maravillosa o la divina inspiración o algo parecido. La primera mujer que aparece en la corte celestial es María, con un papel bastante poco edificante la verdad, porque dio a luz al hijo de Dios, nada más y nada menos que con el espíritu santo, estando casada con José. Es decir su papel es instrumental y poco más. Perturbador.
Entonces entendí que no es de extrañar que durante generaciones pensáramos que los hombres somos superiores a las mujeres, si Dios, nuestro creador todopoderoso y omnipresente es hombre como su hijo y no aparece ninguna mujer en su árbol genealógico por algo será. ¿Cómo sería el mundo si la hija de Dios, hubiera sido María o Rebeca o Sofía? Sin duda sería diferente.
Sin tener en cuenta que Dios crea al hombre a su imagen y semejanza por si quedaba alguna duda y que luego para rematar su obra, como quien compra un florero, creó a la mujer (imagino a Dios mirando su obra terminada y diciendo “¿Que se me olvidó, qué se me olvidó…? ¡Ah sí! La ayudante de mí creación preferida).
Creo que Dios o los encargados de hablarnos de él, profetas, papas, sacerdotes han cometido el terrible error de otorgarle al ser supremo un género, Dios nunca debió ser hombre, ni mujer. Debió ser precisamente eso Di@s, ni hombre ni mujer. Y este pequeño desliz, nos ha privado de la mitad de nuestra civilización posible, ¡Que desperdicio!

lunes, 29 de mayo de 2017

Suegra... solo hay una.





La misma mujer puede ser dos suegras muy diferentes,  este el caso de  mi madre y por lo que me han contado algunos amigos no es la única. Es como Doctor Jekill y Mr. Hyde.
Cuando conoció a mi novia, había conocido a otras antes pero resultó que con esta me iba a casar, después de la cena, tardo veintidós segundos desde que se fue mi novia para empezar a criticarla, al principio con cierta discreción, haciendo preguntas de las que ya sabía la respuesta porque se lo había preguntado a ella durante la cena, pero volvía a preguntarlo como para subrayar lo que ella consideraba un defecto, cosas como: ¿Qué estudió? Cuando ya sabía que no había terminado la carrera porque no pudo pagársela. Si, así de cruel, así de desagradable. Para mi madre como para muchas madres ninguna chica merece a su hijo maravilloso, y ningún hecho que suceda en la realidad será capaz de cambiar esta idea en su cabeza.
Luego con el tiempo las cosas se van suavizando no sin antes pasar por criticar como maneja su casa (a mi madre no se le pasa por la cabeza pensar que la casa es cosa de los dos, ella es así; antigua). Después juzgó con dureza como cocina o peor aún porque se queda sentada hablando con ella mientras yo cocino, también examinó sin piedad como cambió su primer pañal, o que le da de comer a su nieto. Al final el tiempo domó el ímpetu de mi Madre.
Mi hermana se casó unos 5 años después que yo, así que la comparación resultó muy clarificadora. Su marido era como haberse sacado la lotería. A ver, mi cuñado es una buena persona pero tanto como la lotería… Hubo momentos en que llegó a rozar el ridículo elogiando cosas de mi cuñado tan poco relevantes como servir el vino en una cena familiar; ¿en dónde aprendiste a servir el vino con tanto estilo? Preguntó. El resto de los presentes entre los que se encontraban los padres de mi cuñado, prefirieron ignorarlo, aunque creo que a su madre, la de mi cuñado, le brillaban los ojos al tiempo que miraba a mi hermana con una ligera muesca de asco, muy sutil eso sí.
Unos años después de mi divorcio, el día que mi madre por primera vez  coincidió con mi novia tuvo la deferencia de no saludarla. Estuve evitando encuentros con mi madre durante un par de meses, hasta que un día me preguntó: ¿Por qué ahora nunca nos vemos? A lo que yo contesté:
–No estoy dispuesto a volver a pasar por todo el proceso de menosprecio a mi pareja que cuando me casé. Vamos a ir a comer con mi novia pero si tienes un mala cara o una crítica hacía ella por pequeña que sea, vamos a vernos muy poco en el futuro –dije con toda la claridad y contundencia de que fui capaz para no dejar ninguna duda.

Mi madre estuvo encantadora en esa comida.

domingo, 14 de mayo de 2017

Mujeres florero.



Hace unos días, escuche el relato de una chica joven que explicaba que en un evento deportivo de gran renombre la obligaron a ella y a sus compañeras a morirse de frío para que pudieran seguir “enseñando carne”, cuanta más mejor, ante los asistentes a dicho evento. http://www.huffingtonpost.es/2017/05/03/una-azafata-del-conde-de-godo-revela-la-penalidad-que-vivieron-d_a_22067113/ .
Por supuesto que debieran haber dotado a aquellas chicas de abrigo adecuado a la temperatura del momento, pero eso me parece aleatorio, es decir si hubiera hecho calor, las chicas no se hubieran quejado y no habría historia. La pregunta es: ¿a estas alturas de la historia todavía tenemos que usar mujeres objeto como reclamo en eventos públicos?
Con seguridad habrá un montón de personas que por un sinfín de razones diferentes dirán que sí, que es necesario todo este despliegue para que el espectáculo funcione y que las mujeres florero que participan en él son necesarias y que además ellas obtienen un beneficio de ello. Todas esas razones habrá un día en el que nos suenen estúpidas por completo a todos, incluso a los que hoy las defienden. Con seguridad en la antigua Roma, hubo un momento en que los cristianos se quejaron por ser arrojados a los leones y también habría en ese momento un montón de personas que tendrían variadas razones para justificar esa práctica. No estoy comparando ambas cosas, lo que si estoy comparando son los momentos. Durante muchos siglos la mujer fue considerada desde una propiedad del hombre, hasta un adorno, todavía hoy hay gente que las sigue considerando así, aunque por suerte son cada vez menos. Es cierto que hasta hace nada las mujeres no podían votar en la mayoría de los países por ser consideradas incapaces de tomar decisiones sobre su propia vida, El primer país de Europa que reconoció el derecho al voto de las mujeres fue Finlandia en 1907, en México no fue hasta 1955. Hace solo cien años que las mujeres fueron aceptadas en las universidades, hoy el porcentaje de mujeres universitarias es desigual desde el 58 % en España al 39 % en México por ejemplo. Faltan mucho camino por recorrer, en 2014 solo 17 mujeres eran jefe de gobierno en los 194 países del mundo. En Estados Unidos el 40% de los hogares son sostenidos económicamente por mujeres.
Hoy a nadie se le ocurriría echar personas a leones ni como espectáculo ni como nada, porque además de ir a la cárcel, no habría quién se prestara a semejante barbaridad. Bien, pues con toda seguridad llegará un día en el que utilizar a mujeres objeto como reclamo publicitario será visto con desprecio, como algo vergonzoso.
A mí no me gustaría que mi hija estuviera medio desnuda expuesta a la mirada de todo el mundo, anunciando una bebida o unos cigarros o un Smartphone, productos que por lo que se ve no son capaces de atraer la atención de sus potenciales compradores por sí mismos, pero ese es otro tema. No me gustaría ver a mi hermana tampoco, ni a mi novia,  ni a ninguna amiga en esa situación, por lo que tiene de humillante, se valora a la persona por su atractivo físico y su disposición a exhibirlo y nada más, es denigrante. Si la Formula 1, o el tenis, o cualquier evento público no son capaces de atraer al público que necesitan sin tener que exhibir a mujeres casi desnudas, es probable que sea el momento de que se replanteen su espectáculo, El que quiera ir a las carreras de coches, pues que vaya a las carreras… a ver coches correr, que por cierto quizás ya sería el momento de que hubiera alguna piloto mujer en la Formula 1.

Lo que digo es: si ya sabemos que el día en que nadie considere necesario usar mujeres objeto  llegará porque no nos ahorramos quien sabe cuántos años de vergüenzas y lo dejamos de una buena vez por la paz. 

domingo, 7 de mayo de 2017

Mi primera vez...o sobre como perdí la virginidad.





Perdí la virginidad en la azotea de una casa vacía a los quince años. ¿Les pica la curiosidad? Pues la realidad es bastante menos interesante de lo que en principio pueda parecer, y es que perder la virginidad está muy sobrevalorado. Esta es la historia.
Daniel, un amigo de la secundaria, se iba a vivir a Monterrey con su familia porque a su Papá lo mandaron para allá en el trabajo, él se negó a irse a vivir a otra ciudad argumentando, como buen adolescente con cierta exageración, que le iban a destrozar la vida. Después de una ardua negociación sus papás accedieron, como contrapartida a destrozarle la vida a permitirle, una vez hecha la mudanza de su casa en la Ciudad de México, volver unos días para hacer una fiesta de despedida con sus amigos en la casa cuando quedara vacía. La verdad es que la fiesta prometía.
Yo tocaba en una banda de rock por aquel entonces. No éramos muy buenos pero si lo suficiente para la ocasión, así que montamos nuestro escenario improvisado en el patio de la casa y mientras probábamos un poco el sonido, se me acerco una chica y me plantó un beso en la boca, yo quedé noqueado por completo, Dani me dijo: “Es mi prima creo que le gustas”. La verdad es que no recuerdo el nombre de la chica, pero sé que era un poco mayor que yo, creo que tendría unos diecisiete años.
La cuestión es que ya en plena fiesta y con alguna cerveza en el cuerpo empezamos a tocar. Cuando llevábamos como cinco o seis canciones, la prima de Dani me cogió de la mano intentándome llevar hacia dentro de la casa.
–Pero no ves que estoy tocando –dije.
–La verdad no creo que a nadie le importe que dejes de tocar –contestó.
Me quite la guitarra como pude y se la pasé a Luis otro amigo que siempre quería tocar con nosotros pero nunca lo dejábamos porque era todavía peor que nosotros.
Ella me llevo al interior de la casa y me empezó a besar, no voy a entrar en detalles porque no es necesario y la verdad tampoco los tengo muy claros que digamos, pero la cuestión es que para que no nos interrumpieran decidimos subir a la azotea. Una vez allí medio desnudos y siguiendo sus instrucciones porque yo la verdad no tenía ni idea de que era lo que tenía que hacer. De lo que si me acuerdo fue de la voz de ella diciendo: “¿Ya… te cae? ¿Y para esto me raspe las nalgas?”. No parecía contenta. Perdón, fue todo lo que acerté a decir. Llévame a mi casa, me ordeno.
Cuando bajamos de la azotea, mis amigos me miraban con envidia y fue entonces cuando me di cuenta de que ellos con seguridad se estaban imaginando que la gloria me había sido revelada esa noche. Nada más lejos de la realidad, me sentía un poco inútil y no precisamente un amante ejemplar. “Ahora vuelvo” fue lo único que pude  decir mientras ella me arrastraba de la mano fuera de la casa.
El camino a su casa, largo, tardamos casi una hora, lo hicimos poco más o menos que en silencio, cuando llegamos a su casa le pedí su teléfono, ella me miró con una expresión que parecía decir: estas muy chavo, me beso en la mejilla y se metió en su casa.

Cuando volví a la fiesta fui recibido como un héroe por los chicos y con una mirada cercana al desprecio por parte de las chicas, yo levanté la cabeza con fingido orgullo rogando que nadie se enterará nunca de esa frase tan terrible… ¿Ya… te cae?

domingo, 30 de abril de 2017

Escuchar.




–Hoy tuve un problema en la oficina, fíjate que Juliana, la de recursos humanos…
Acabo de llegar a casa después de un día de trabajo y mi mujer tras saludar y preguntarme cómo ha ido mi día, a lo que yo respondí: Bien, normal. Escueto y concreto como siempre. Ella empieza a contarme con lujo de detalle todas las anécdotas, sabores y sinsabores que ha tenido en su día. El problema está en que yo no quiero saberlo.
¿Por qué no quiero compartir con mi pareja las cosas que le importan? Después de mucho pensarlo he llegado a la conclusión de que tiene que ver con sentimientos atávicos; al parecer en algún momento de la historia de la humanidad surgió la idea absurda de que el hombre tiene que proteger a la mujer y que si no cumple con ese cometido, en cierta forma fracasa como hombre, en el sentido más primitivo del terminó, en plan: “macho alfa” o “líder de la manada”. Esta idea expresada así puede sonar anticuada, yo no sería capaz de expresar esta idea en público o en voz alta hoy en día. Pero la realidad es que cuando una mujer a mi alrededor, sea pareja, madre, hermana o hija, sufre o tiene algún problema considero  mi obligación resolverlo por ella, no sucede lo mismo cuando es un hermano o un hijo, es verdad que también a los varones cercanos  intentaría ayudarlos en caso de lo necesitaran, pero no siento como mi responsabilidad el resolverlo. Si pusiera esta idea en dos frases simples podrían ser las siguientes: “No te preocupes yo me encargo” o “yo te ayudo pero tus cosas las resuelves tú, que ya va siendo hora de que aprendas”. Creo que no es necesario especificar a quien se le dice cual.
De manera que llega un momento en el que cuando llegas a casa de trabajar y te has pasado el día lidiando con problemas, no quieres tener que resolver otro más, así que prefieres no saber que existe dicho asunto.
Pero hay más. ¿Por qué prefiero no compartir mis problemas con mi pareja? Pues siguiendo con los mismos sentimientos atávicos que escondidos en algún rincón primitivo del cerebro me dicen que yo soy el fuerte en la relación, reconocer que hay cosas que me superan, me preocupan o me dan miedo socava esa posición de protector.
Por supuesto la parte racional de mi cerebro me repite que esto no es así. Mi pareja no me cuenta lo que le ha pasado durante su día porque esté esperando que le solucione sus problemas mientras ella se sienta a mirar. No, no es por eso, lo que pasa es que ella piensan mientras verbalizan lo que le pasa, así que para encontrar la solución a sus retos o problemas necesita hablar de ellos, luego la solución aparecerá y si no aparece, pues por lo menos se ha desahogado y se sentirá mejor. Desde luego escucharla con atención, la simple expresión de una frase de apoyo y probablemente un abrazo es todo lo que ella espera de mí, si además aporto alguna opinión o idea sobre lo que le preocupa, ella tendrá todo lo que necesita en ese momento, ya se ocupara ella como lo ha hecho toda su vida de resolver el asunto.

En cuanto a mi supuesta fortaleza, mi pareja y con casi toda probabilidad tu pareja también, amigo mío, porque tengo la sospecha de que esto no me pasa solo a mi (digo sospecha porque ya saben que los hombres no hablamos entre nosotros de estas cosas). Saben a la perfección que no somos tan fuertes como nos empeñamos en parecer, pero también saben que para nosotros es importante que ellas lo crean así. Entonces ellas deciden dejarnos vivir pensándonos sus protectores y eso; lo hacen para protegernos. ¿A que tiene gracia?

domingo, 23 de abril de 2017

En la intimidad del baño.




El baño es, en mi opinión, el sitio más íntimo de una casa, es además, el lugar donde se pone a prueba la capacidad de convivencia de una pareja. La capacidad de compartir el baño es una de las pruebas más duras para cualquier pareja cuando empieza una relación. Yo tuve la suerte de tener una madre obsesiva compulsiva del orden y la limpieza y esto me ha ayudado a mantener los estándares de pulcritud del baño dentro de los límites razonables para una mujer, pero para muchos de mis amigos esto no es así.
Los hombres solemos dejar tirada la toalla en el suelo después de secarnos, por lo menos mientras somos solteros, la tapa del bote de la crema de rasurar siempre se pierde y un resto de espuma siempre cae por la orilla del bote, la pasta de dientes destapada por supuesto, y cuando se acaba el papel de baño nunca lo cambiamos, nos limitamos a sacar uno nuevo   y dejarlo sobre la tapa del escusado; estas son solo algunas de nuestras gracias más habituales en el cuarto de baño.
El espacio suele ser también motivo de conflicto, jabón, shampoo, navaja y crema para rasurarnos, cepillo, pasta de dientes, loción para después de afeitarnos y desodorante son por lo general el ajuar de cualquier hombre en el baño. En cambio nuestras compañeras tienen además, crema para las manos, otra para el cuerpo, una para la cara y la específica de las ojeras, una antiarrugas y otra antienvejecimiento (¿para qué necesitan tantas cremas? ¿No son todas iguales? Me pregunto, pero jamás haré esa pregunta en voz alta), cera para depilarse y depiladora, aceite para desmaquillarse, crema para  después de desmaquillarse (que por supuesto es diferente de todas las anteriores mencionadas), algodón, secador para el pelo, plancha para el pelo, dos o tres cepillos, broches, prendedores y ligas para el pelo, acondicionador, tratamiento para que no se les rice el pelo, tratamiento para que se les rice, protección para el cabello maltratado, compresas, pinzas para depilar las cejas (estas pinzas ahora también las uso yo a escondidas desde que me empezaron a salir pelos en la orejas, cosas de la edad), por supuesto tres o cuatro perfumes y una cajita con incontables muestras de cremas y perfumes de todas las clases posibles, esmaltes varios para las uñas, acetona y algodón para despintarse las uñas, que por increíble que parezca son de una clase distinta a los algodones para desmaquillarse, cortaúñas y tijeras para los pellejitos de los dedos (nosotros nos los mordemos). Todo este arsenal hace que sea difícil administrar el espacio en el cuarto de baño, conseguir un equilibrio en el reparto del espacio no es tarea sencilla, por eso los matrimonios ricos tienen un baño para cada uno
Dejando de lado las cuestiones del mantenimiento del orden y la limpieza en el baño, no porque no sean importantes sino por que serían objeto de un tratado en sí mismas, pasare a la cuestión de…no sé cómo decirlo, es difícil tratar este tema sin caer en la vulgaridad… permítanme ponerlo de esta forma: mi novia no caga. Lo siento, sé que es una frase poco edificante pero no encuentro otra forma de explicarlo. La cuestión es que no caga, o por lo menos no tengo pruebas evidentes de que lo haga y me explico: Nunca la pierdo vista en casa el tiempo suficiente como para que ella tenga tiempo para realizar esta tarea, que yo creía hasta ahora inherente a todo ser vivo. ¿Cómo demonios lo hace? Ya sé que no es un tema agradable, pero es un tema. Cuando éramos niños mi madre anunciaba sin ningún tipo de pudor sus planes al respecto: Pórtense bien que voy a cagar, nos anunciaba, ya sé que esto tampoco es lo ideal, pero ¿se dan cuenta de la magnitud del cambio para mí? Porque al final todos los hacemos ¿o no? Cuando yo realizo mis necesidades, paso mucha vergüenza esperando que ella no entre al baño hasta que pase un tiempo prudencial, suficiente como para que se evaporen las evidencias olfativas de ese hecho y a veces no lo consigo, eso además de la costumbre que tengo de leer mientras lo hago, si no leo, no sale, así que tengo que procurarme material de lectura para ese momento a escondidas. Pueden estar seguros que ella nunca me ha dicho nada al respecto, cosa que agradezco, pero me encantaría que ella alguna vez pasara por la misma vergüenza aunque solo fuera por solidaridad.

¿Alguien me lo puede explicar? Por favor.