miércoles, 29 de marzo de 2017

Infidelidad


No fue sino hasta pasados los cuarenta que alguien me explico que una infidelidad es una traición muy grave a la confianza, una deslealtad de las más grandes. La persona fue la que ahora es mi ex mujer, hasta ese momento yo había oído algo sobre el tema, así como de pasada, por ejemplo de niño cuando te preparan para la primera comunión oyes hablar del adulterio, y de lo sagrado que es el matrimonio y que es para toda la vida, pero el enfoque es más una traición a las leyes de Dios que a la confianza de la persona que has elegido para pasar tú vida con ella. Cuando te casas te lo dejan caer un poco como de pasada. A partir de ahí queda en el terreno de la ambigüedad, de la doble moral a la que tan acostumbrados estamos hoy en día: porque en la mayoría de los casos cuando nos encontramos en público todos criticamos las infidelidades cometidas por nuestros conocidos de las que nos llegamos a enterar, al mismo tiempo que aplaudimos en la intimidad o por lo menos aceptamos sin reproches las de nuestros amigos más cercanos. Incluso en la Francia de principios del siglo XIX en ciertos círculos de la burguesía se consideraba un valor positivo tener varios amantes.
También es muy habitual justificar las infidelidades, en especial las de los hombres con frases del tipo: “tendrá que buscar fuera lo que no encuentra en casa” incluso a veces seguidas de la palabra “pobre”. No me estoy justificando. Fui infiel a mi mujer y como consecuencia de eso nos divorciamos, aunque la relación estaba rota de antes, no tuve el valor de afrontarlo hasta que me sorprendió in fraganti. Fui un traidor desleal y un cobarde. No lo niego, ojalá no lo hubiera hecho, ojalá hubiera tenido el valor de afrontar que la relación estaba rota, pero no fue así.
Creo que es probable que si alguien me hubiera explicado el tremendo dolor que causas a la persona que amas o por lo menos amaste alguna vez, si alguien me hubiera, nos hubiera explicado a los hombres la traición terrible y la deslealtad ruin que es ser infiel, es posible que no lo hubiera sido, eso nunca lo sabremos.
No pretendo dar lecciones a nadie, las circunstancias personales son diferentes en cada caso, supongo que habrá situaciones en las que incluso se justifique una infidelidad, pero creo que serán la excepción que confirma la regla. Simplemente les cuento mi experiencia, sin pretender convertirla en categoría o ejemplo, solo es una historia en medio de todas las historias posibles.
La cuestión es que deberíamos empezar a hablar a nuestros hijos de la lealtad y la honradez, y explicarles que si la pareja que un día elegiste con el tiempo dejó de ser como era, o tu cambiaste, o que las cosas no resultaron como pensabas que iban a salir no es razón suficiente para la traición y la deslealtad, si la relación no funciona pues o se arregla o se deja pero no se traiciona.

martes, 21 de marzo de 2017

Síndrome de estupidez transitoria (celos)


Tenía unos 19 años cuando por celos, hice la cosa más ridícula de toda mi vida. Unos meses antes había conocido a Lucía, que se sentía un poco sola porque su novio se había ido al extranjero durante unos meses, en seguida nos llevamos muy bien, así que primero le propuse que lo dejara a él para salir conmigo, pero ella se negó con rotundidad. Después le propuse que saliéramos hasta que volviera su novio, a lo que también se negó. Seguí insistiendo hasta que la convencí, no obstante ella me avisó: Esto no va a salir bien, al final va a doler. Y yo le contesté: No tiene porque ya somos adultos y sabemos lo que hacemos. ¿A que tiene gracia? Disfrutamos de unos meses muy divertidos y apasionados hasta que un sábado por la noche mientras la llevaba a su casa me dijo: Roberto vuelve el jueves, así que hoy será el último día que nos veamos. De poco sirvieron mis protestas y objeciones.
Esa noche en mi casa no podía dormir, solo imaginaba a Roberto besándola, lo que me hacía perder la cabeza e imaginarme estupideces; como rescatar a Lucía de un sótano donde Roberto la retenía porque ella le había confesado que al que amaba era a mí.  Yo no me resignaba a cumplir el trato de ninguna de las maneras, entonces opté por torturar a Lucia durante los siguientes cuatro días para convencerla de que rompiera con Roberto, pero aunque me tuvo una paciencia infinita no cedió.
Me enteré por una amiga común que ese día lo iba a ir a buscar al aeropuerto y de ahí irían a cenar luego ella llevaría al chico a su casa y volvería a la suya. De manera que convencí a un amigo mío para que me acompañara a montar guardia afuera de la casa de Lucía.

– ¿Para qué quieres irte a parar afuera de su casa? –preguntó Saúl, mi amigo, con la esperanza de que desistiera de la estupidez que me disponía a hacer.
–Para verla –respondí yo.
–Ahora lo entiendo; para verla cuando llega a su casa después de recibir a su novio. Lo lógico, bien pensado Fernando –concluyó sarcástico.
–Mira Saúl, tú me acompañas y mientras esperamos en el coche yo te invito unas cervezas y te lo explico con calma.

A eso de las diez de la noche detuvimos el coche a una distancia prudencial de la casa de Lucia. En este punto les recuerdo que en esa época no existían los teléfonos móviles ni las redes sociales, es decir; si querías saber en dónde estaba alguien lo tenías que espiar. Al cabo de un rato un coche se detuvo a nuestro lado; era  el hermano mayor de Lucía nos saludaba sonriente. A mí, haciendo gala de mi falta de sentido del ridículo, no se me ocurrió nada más que mirar para el otro lado.

–Tu cuñado está en su coche al lado de nosotros y nos está saludando –dijo Saúl, tratando de no mover los labios mientras habla. Pero al mismo tiempo no podía evitar mirar al hermano de Lucía poniendo cara de idiota.
–Ya lo sé, hazte pendejo –contesté yo sin dejar de mirar hacia el otro lado en donde no había nada más que una pared a la que le hacía falta una mano de pintura.
– ¿Más pendejo? –pregunto Saúl.

Manuel, que conocía los detalles de la relación entre Lucía y yo soltó una carcajada y siguió su camino. Yo decidí que no me había reconocido. No había pasado media hora cuando apareció María Elena la hermana de Lucía con un plato en el que traía dos sándwiches.

–  ¿Esa que viene caminando ahí no es la hermana de Lucía? –preguntó Saúl.
–Agáchate que no nos vea –dije, sumando otra decisión brillante a todas las que llevaba ese día.
–Hola chicos, les traje estos sándwiches, deben de tener hambre –dijo ella cuando llegó hasta el coche.
–Hola, estamos esperando a un amigo de Saúl que vive aquí a la vuelta, ¿Qué casualidad no? –Fue mi respuesta. Saúl al oírme no pudo evitar mirar al cielo preguntándose: ¿Cómo puedo tener un amigo tan idiota?
–Ya me imagino. Lucía va a tardar un rato en llegar y con el estómago lleno se piensa mejor –dijo María Elena mientras sonreía con ternura.
–Gracias –contestó Saúl al ver que yo me quedaba callado.
Una vez que María Elena desapareció de nuestra vista yo le pedí a Saúl que nos largáramos de ahí, sentía que ya había llenado el cupo de vergüenzas para esa noche.
–Mira; si te vas ahora Lucía sabrá que además de idiota eres un cobarde. Ya no tienes salida ahora hay que esperar –afirmó Saúl.

Un par de horas después por fin vimos pasar el coche de lucía, tan rápido que no nos dio tiempo de ver si iba sola o acompañada, metió el coche en el garaje de su casa y sanseacabó, casi cuatro horas de guardia, seis cervezas y dos ridículos después le pedí a Saúl que me llevara a mi casa. El me miro compasivo y dijo: te invito unos tacos pa´que se te pase el berrinche. hay unos muy ricos aquí a la vuelta de la esquina.
Nos bajamos del coche para dirigirnos a la taquería cuando Nora, la amiga de Lucía que me pasaba la información sobre los movimientos de Lucía y su novio, nos encontró de frente.

–Estás bien, pero que bien pendejo –dijo Nora, que era muy directa. Mientras se reía.
–Buenas noches, yo también me alegro de verte –contesté, inmune ya a más posibles vergüenzas.
– ¿A dónde van? –preguntó Nora.
–Le voy a invitar unos tacos aquí en la esquina a tu amigo el pendejo, pero bien pendejo –dijo Saúl pretendiendo hacerse el gracioso. Nora le gustaba.
–Sale que los disfruten –contestó Nora y siguió su camino.
–Va a casa de Lucia –advirtió Saúl.
–Ya… qué más da. Estoy muerto –respondí resignado a mi derrota.

Todavía no nos habían servido los tacos cuando aparecieron en la taquería Lucía y Nora, se acercaron a nuestra mesa; Lucia con el gesto serio. Nora parecía muy divertida.

–Hola, ¿Cómo estás? –preguntó Lucía mirándome directo a los ojos, me sentí desnudo.
–Ya sé que fue una estupidez no lo volveré a hacer te lo prometo –contesté.


Entonces ella me dio un beso en la mejilla y cuando se marchaba me dijo: “Nos vemos mañana.”

lunes, 23 de enero de 2017

Caballerosidad y damerosidad.



Cuando yo era chico, tendría unos dieciocho años más o menos, tuve la siguiente discusión con la que en ese momento era mi novia:
–Eres un pinche naco, no sé que te cuesta abrirme la puerta del coche,  ¡gañán! –Como se pueden imaginar no estaba contenta.
– ¿Eres manca? Si quieren la igualdad, cosa que a mí me parece muy bien, pues seamos iguales y entonces ¿por qué no me abres la puerta tú a mí? O mejor ¿por qué no se abre cada uno su puerta? –expuse mi argumento.
–Ser caballeroso no tiene nada que ver con la igualdad, pero tú eres demasiado zoquete para entenderlo, o me abres la puerta o te vas solo a la fiesta.
Como se pueden imaginar me bajé del coche y le abrí la puerta, luego me pase el resto de la noche ganándome el perdón a mi falta de sensibilidad.

He de decir en mi defensa que en Europa, a muchas mujeres, la caballerosidad, esto de abrir la puerta, ayudar a acercar la silla a la  mesa, ceder el paso…les resulta insultante, ¿crees que no puedo abrirme la puerta sola? He oído preguntar alguna vez. Y es que en realidad hay una línea muy delgada entre la caballerosidad y la dependencia y es que en esta lucha a brazo partido que mantienen las mujeres desde siempre para ganar la igualdad real y su espacio en el mundo no hay lugar para las ambigüedades.
Pero con el tiempo me he dado cuenta de que, como bien dice el dicho, lo cortés no quita lo valiente, Porque la caballerosidad también tiene su punto romanticón, de declaración de intenciones: “Te voy a cuidar porque te quiero”…algo así. Es decir creo que se debe de ser caballeroso con la mujer que amas, educado con las demás, creo que hoy en día el espacio para la caballerosidad es en exclusiva el del amor, la conquista, la seducción. Creo que en el resto de ámbitos, el laboral o académico por ejemplo, ya no tiene mucho sentido la caballerosidad entendida como dejar pasar delante a la chica.
¿Saben una cosa? Mientras escribo esto me he dado cuenta de que también existe la… ¿mujerosidad, damarosidad? Aunque nunca le hemos dado un nombre, como a casi todas las cosas que no inventamos los hombres no nos preocupa llamarlas de una forma determinada. ¿Qué es la mujerosidad o damarosidad? Por ejemplo esa paciencia que nos tienen cuando nos ponemos a hablar de nuestras pequeñas necedades cotidianas de macho alfa: –El idiota se me quería meter y le eche el coche encima – O como pasan por alto sin decir ni una palabra, sin hacer ni un gesto la horrible/sosa combinación de ropa que elegimos a veces, o en cómo se fijan en donde hemos dejado las llaves, sabedoras de que más tarde les preguntaremos si las han visto.

Al final es posible que la clave esté en que seamos más amables, considerados y solidarios con los demás y también con nosotros mismos,  sin importar el género.

miércoles, 11 de enero de 2017

¿Solo amigos?



¿Solo amigos?

¿Es posible la amistad entre hombres y mujeres? ¿O el deseo al final es inevitable? Porque desde el punto de vista biológico estamos hecho para atraernos, pero pongamos un ejemplo: ese chico que trabaja en la oficina contigo,  es atento, simpático, guapo y divertido, y que te escucha con atención cuando le necesitas contar que el insensible de tu marido, novio o pareja hizo tal o cual cosa esta vez, o que la arpía de tu suegra salió con quien sabe qué, ese chico con el que compartes asuntos cada vez más íntimos y personales. Entonces un una compañera de trabajo con evidente malicia te pregunta: ¿últimamente te vas todos  los días a tomar el café con Borja?
– ¿Con Borja? –preguntas tú con expresión de no haber roto un plato en tu vida.
–Sí, con Borja no te hagas… –insiste tu amiga, quizás un poco celosa de que tengas esa cercanía con este chico porque; ¿a quién no le gusta estar cerca de alguien joven, atractivo e interesante?
– ¿Estás loca? Si le saco casi ocho años. Solo somos amigos –respondes ofendida.
–Sí, lo que tú digas bonita –sentencia sarcástica tu compañera de trabajo. Es entonces cuando te preguntas ¿se me nota? y acto seguido te respondes; como que si se me nota si solo somos amigos. Y tras un rato te sinceras contigo y asumes: bueno la verdad es que un poquito si me atrae, un poco después piensas: ¿se habrá dado cuenta él? y lo más importante ¿Yo también le gustaré?  A partir de este punto no lo volverás a ver de la misma forma jamás.
Al día siguiente cuando vayas a tomar el café con él de pronto te dirá: ¿Que te pasa? Estás rara.

Es probable que él haya visto la situación de una manera muy diferente, quizá en algún momento ante algún gesto que hiciste mientras hablaban pensó: Es guapa, creo que me gusta, pero está casada/de novia, voy a esperar a ver si me da entrada. Así que anda pendiente al acecho por si encuentra una señal.
Luego ya depende de la situación personal, si tienes pareja o no, y si la relación con tú pareja se encuentra en un buen momento o no. Pero pensarlo lo piensas y como ella se deje querer un poquito entonces llega el momento en que tienes que decidir si das ese paso adelante que los convertirá en algo más que amigos o en definitiva te alejas  y si no me creen piensen un poco chicas, ¿cuantos amigos que nunca les hayan insinuado la posibilidad de una relación más íntima sea ocasional o permanente tienen desde hace…digamos 5 años? Me apuesto un café a que en ningún caso es más de uno y en la mayoría de los casos es cero.
Es probable que ustedes lean esto y piensen que estoy equivocado, puede ser pero es aquí donde volvemos al principio, desde el punto de vista biológico estamos hechos para atraernos y esto no me lo he inventado yo y aunque no cabe duda de que existen excepciones a esa atracción, como siempre pasa las excepciones no hacen sino confirmar la regla.

¿Ustedes que opinan podemos ser amigos?


lunes, 26 de diciembre de 2016

Si los hombres tuviéramos la regla...


Cuando me pidió que escribiera sobre el machismo pensé: es como pedir a un ladrón que condene un robo. No me considero un hombre machista, pero vivo en una sociedad que lo es y por tanto de forma directa o indirecta soy responsable de esta situación, yo y todos los demás por supuesto, y también es verdad que me beneficio de la misma, aun sin quererlo.
Por ejemplo: a lo largo de mi vida me han concedido algún ascenso por encima de una mujer que estaba mejor cualificada que yo para el trabajo solo por mi condición de varón, y  yo acepté el ascenso. “¿Y qué otra cosa podías hacer?” Preguntarán ustedes, pues podía no haberlo aceptado porque en el fondo sabía que era injusto. “Eso no lo hace nadie.” Dirán ustedes. Claro que nadie lo hace y por eso estamos como estamos. La buena noticia es que estamos mucho mejor de lo que estábamos hace años, aunque todavía falte mucho camino por recorrer, pero es que el machismo está tan dentro de nosotros que ni siquiera nos damos cuenta de según qué gestos.
En mi caso por ejemplo, yo que soy de decir que la igualdad no es que seamos iguales, sino que valemos lo mismo, merecemos lo mismo, y tenemos los mismos derechos y responsabilidades, porque los hombres y las mujeres no somos iguales, ellas dan la vida, nosotros, a veces, solo sabemos complicarla, y por muchas cosas más que sería muy largo de nombrar. Esto es importante porque como no somos iguales, no tenemos las mismas necesidades, en lo que si somos iguales es en que tenemos el mismo derecho a que nuestras necesidades sean atendidas y es que en un mundo regentado por hombres las cosas están pensadas por hombres y para hombres y luego tenemos la generosidad de compartir ese mundo creado para nosotros con ellas, y claro ellas no ven cubiertas todas sus necesidades, empezando por las biológicas en muchos casos, hasta las emocionales. ¿Qué pasaría si a alguien se le ocurriera plantear que las mujeres deberían tener tres días de descanso en el trabajo cuando tuvieran la menstruación? El hecho es que algunas lo pasan mal, con dolores muy fuertes, muchas sufren dolores de cabeza, cólicos, malestar general, y todas tienen una tormenta hormonal sucediendo en su interior que lo menos que sufren es una montaña rusa emocional.
¿Alguien tiene dudas de que si los hombres tuviéramos la menstruación estos días de descanso existirían?
Tengo la certeza de que a la persona que se le ocurriera pedir unos días libres en el trabajo para descansar en el período que dura la menstruación, sería tachado de loco por economistas, empresarios, incluso sindicalistas, lo más probable es que la mayoría de los críticos con esta idea serían hombres, pero por desgracia tengo la corazonada de que alguna mujer también se sumaría a las críticas: inviable en lo económico, incontrolable en la práctica, injusto, esto solo puede ser la idea de una o un loca o loco  romántica o romántico sin contacto alguno con la realidad.

También debería de existir una ley que obligara a los hombres, cuando sus esposas no trabajen en actividades reconocidas como productivas desde el punto de vista económico, es decir que se dediquen a educar a nuestros hijos y administrar nuestros hogares, a entregar a ellas una parte del salario obtenido por el hombre para su libre disposición, a esto lo llamaríamos sueldo, ¿les suena la palabra? Es la retribución económica que recibe cualquier persona por desempeñar una tarea productiva. Porque como todo trabajo, el que hacen las mujeres debe tener una retribución dineraria, de lo contrario estaríamos hablando de esclavitud, ¿o no? Para terminar una pregunta: ¿A alguien se le ocurre una tarea más importante y productiva que educar a los niños?

lunes, 12 de diciembre de 2016

Los amigos


–Y yo que voy a hacer aquí solo –dijo Daniel cuándo le conté que Antonio y yo nos íbamos a estudiar al extranjero, lejos muy lejos.
–Bueno no sé, tú aquí estas muy bien, tienes a tu familia, tu novia, a ti te gusta esto. De hecho cuando te dije que me quería ir a estudiar fuera me dijiste que era una estupidez.
–Es que es una estupidez, pero nunca me dijiste que se iban a ir los dos.
–Es que al principio me iba yo solo, ya sabes que soy un desaprensivo, pero de repente Antonio se apuntó, ayer mientras me acompañaba a la embajada a hacer un trámite. Lo decidió así de pronto.
–A ver, es que una cosa es que te vayas tú, que sí, que te íbamos a extrañar y otra muy diferente es que se vayan los dos y me dejen aquí solo…

Cuando estábamos a punto de terminar la prepa, yo decidí que me quería ir a estudiar fuera, mis dos amigos, de los de verdad, esas pocas personas que encuentras en la vida que son para siempre no importa que pase, me dijeron que estaba loco, que era un disparate, con lo bien que vivíamos aquí para que buscar complicaciones lejos. Pero yo lo tenía decidido por razones que ahora no vienen a cuento. De manera que empecé a hacer todos los trámites pertinentes para completar mi huida, Antonio me acompaño a casi todas las instancias a las que tuve que acudir y poco a poco le fue gustando la idea hasta que casi en el último momento decidió acompañarme. Cuando se lo conté a Daniel, porque tuve que contárselo yo, ya que Antonio no quería afrontar semejante desafío, lo primero que asomó a su cara fue el desánimo, después la incertidumbre y por último la determinación…fue entonces cuando tuvimos la conversación que les contaba al principio…he aquí como siguió…
–Me voy con ustedes –dijo Daniel.
–Vamos a ver no te precipites, esto no es una decisión que se toma en un minuto y mucho menos solo porque creas que te vas a quedar solo, cosa que es falsa. Vamos a estar fuera como mínimo cuatro años, no va a ser fácil… ¿estás seguro de que quieres venir?
– ¿No quieres que vaya? 
–Sí, claro que sí, pero no quiero que te arrepientas por no haber pensado bien tu decisión.
–Ay sí papa, como si no supiera lo que quiero… –contestó tan seguro….
 La cuestión es que nos fuimos los tres, en ese momento no creía que fuera una buena idea y los primeros meses no lo fue, pero luego poco a poco se fueron asentando las cosas y al final más de treinta años después está claro que fue una buena idea.


Un hombre es capaz de dejarlo todo por los amigos, esa es la idea que les quiero explicar, todo absolutamente todo, pero lo mejor de esto es que, aunque esta vez salió bien es más que probable que si hubiera salido mal, nunca lo hubiéramos reconocido, más bien hubiéramos seguido siendo amigos, quizás nos veríamos con menos frecuencia pero jamás habría habido ni el más mínimo reproche…bueno puede ser que algún día, tomando una copa, algo pudiera salir a relucir, pero al otro día todo seguiría como siempre. ¿Son ustedes chicas, capaces de algo así?

martes, 6 de diciembre de 2016

Cuerpo de Mujer



Cuantos poemas, cuantas canciones, incluso novelas enteras se han escrito sobre el cuerpo de una mujer o de todas ellas al mismo tiempo. Infinitos…
Todos hemos estado dentro de un cuerpo de mujer y a la vista de los hechos ninguno queríamos salir, nos resistimos en muchos casos y en todos salimos llorando, enfurruñados, molestos; y tardamos un tiempo en olvidarnos de esta afrenta de haber sido expulsados del paraíso, a veces toda la vida. De manera que este espacio de tiempo que vivimos dentro del cuerpo de una mujer; calientitos, mientras ella lidia con el tiempo exterior; felices, mientras ella sufre todo tipo de incomodidades; arrullados por su voz, mientras ella mal duerme por su lucha diaria y su carga extra temporal; comemos de su comida, respiramos su aire y vivimos gracias a su sangre compartida con generosidad mientras ella acepta la transformación de su cuerpo que es nuestro hogar temporal. Cuando estemos fuera seguirá siendo igual…
Y aunque ninguno tenemos memoria de ese momento originario de nuestras vidas, con total seguridad, porque si la tuviéramos ya hubiéramos encontrado la forma de volver dentro, sin importarnos el sufrimiento que a ellas les pudiera causar, entonces, como volver es imposible los hombres, que a cambio de no poseer el don de la vida nos fue concedido el de la fuerza, a lo largo de la historia nos hemos pasado la vida intentando poseer ese templo.
Así hemos vivido (los hombres) adorando ese templo-hogar primigenio, ellas no, ellas saben que serán templo también, y eso las hace seres completos. Por tanto no tienen nada que buscar. Pero nosotros desgraciados seres parciales, las buscamos sin descanso. Por esto con frecuencia quedamos hipnotizados por un cuerpo de mujer. Templo donde reside el amor, la vida, el principio y el fin, no conozco la razón por la que ellas tienen la piel más suave que nosotros, tampoco sé porque su mirada es más profunda que la nuestra, ni porque su voz inspira sosiego, cuando la nuestra provoca conflicto.
Solo Dios sabe  en qué punto de la historia decidimos secuestrar ese cuerpo de mujer, en que momento decidimos poseerlo (llegados a este punto quiero preguntar porque Dios, en todas las religiones monoteístas es hombre en lugar de mujer, ¿alguien tiene la respuesta?), es evidente que a lo largo de los tiempos, a nosotros los hombres,  esto nos ha reportado enormes beneficios y comodidades, y cada vez que ellas, más fuertes, en la moral y en el tesón que nosotros, han intentado liberarse del yugo al que las hemos sometido, las hemos masacrado sin piedad, con violencia y alevosía. En las sociedades machistas, mayoritarias a través de los tiempos, los hombres hemos sometido a todas las mujeres que se pusieron a nuestro alcance, con excepción de nuestra madre, esto ocurre en la mayoría de los casos. Pero la verdad es que hemos conseguido someter los cuerpos de esas mujeres para que tuvieran tantos hijos como nosotros deseáramos y trabajaran hasta el desmayo cuidando de ellos y de nosotros, para que cargaran con nuestros hijos, limpiaran nuestros hogares, y satisficieran nuestras necesidades. Pero por suerte nunca conseguimos poseer su alma.
Lentamente, poco a poco, más despacio de lo que sería justo y necesario, ellas van conquistando su espacio, su libertad y sus cuerpos empiezan poco a poco a volver  ser de su propiedad. Por suerte poco a poco estamos aprendiendo (algunos hombres) a amar esos templos sin necesidad de poseerlos.