–Tengo una noticia buena y una mala –dijo mi mujer, mientras íbamos en el coche de camino a casa. Ella me había recogido en el aeropuerto, yo volvía de una larga ausencia de casi dos meses por trabajo. La noticia mala da igual ahora solo les diré que era muy mala, cuando llegamos a la buena me dijo: –Estoy embarazada –Yo me quede paralizado, la verdad es que después de once horas de vuelo no estaba yo muy despejado. Así que tardé unos segundos en reaccionar, ella no aguantó la espera y se puso a llorar desconsolada. La abracé y le dije que era una maravillosa noticia, y que la quería mucho y la cosa parecía que empezaba a calmarse.
Así fue como me enteré de
que iba a ser padre por primera vez. De manera que mientras mi mujer padecía náuseas
por los cambios hormonales, yo las padecía por el pánico. Resulta que la vida
que teníamos en ese momento no era compatible en absoluto con criar a un hijo,
había que cambiar de lugar de residencia y de trabajo, así para empezar.
Poco a poco mientras fuimos
resolviendo las cuestiones sobre dónde íbamos a vivir y cómo íbamos a ganar
dinero para mantener a nuestro hijo. El pánico fue dejando sitio a otras emociones;
responsabilidad, está es más un peso que una emoción, felicidad, angustia,
optimismo, todas estas emociones se iban alternando decenas de veces cada día.
Sin embargo la emoción
más intensa y constante durante todo el embarazo era…a ver como lo digo…se
imaginan como debe de sentirse un astronauta cuando está a punto de embarcarse
en una misión a marte que durará, por ejemplo, treinta y dos años. Pues algo
así y me explico; para un astronauta ir a marte es lo mejor que le puede pasar,
la ilusión más grande de su vida, de manera que el gozo por embarcarse en esta
aventura maravillosa es indescriptible. Pero resulta que también es algo
desconocido, nadie ha hecho este viaje antes, no hasta tu marte personal, tener
un hijo es un viaje personal e intransferible, porque ya se sabe que cada
persona es un mundo, así que nadie ha estado en ese marte particular al que tú
vas. Y los demás astronautas que ya están en medio de ese viaje a su marte
personal, te van contando sus aventuras y sus experiencias, pero por alguna
extraña razón, a ti no te sirven. Porque tú quieres ser el mejor astronauta de
la historia de todos los astronautas y no puedes evitar encontrar fallos en
todas las misiones de los demás astronautas, cosas que no quieres que pasen,
piensas tú, porque tu hijo será, como no podía ser de otra forma, el mejor del
mundo. Luego el tiempo te enseñará que el amor no todo lo puede y que tampoco hace falta ser el mejor del mundo para vivir razonablemente feliz, pero de esto hablaremos otro día.

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