–Hoy tuve un problema en la oficina, fíjate que Juliana, la
de recursos humanos…
Acabo de llegar a casa después de un día de trabajo y mi
mujer tras saludar y preguntarme cómo ha ido mi día, a lo que yo respondí:
Bien, normal. Escueto y concreto como siempre. Ella empieza a contarme con lujo
de detalle todas las anécdotas, sabores y sinsabores que ha tenido en su día.
El problema está en que yo no quiero saberlo.
¿Por qué no quiero compartir con mi pareja las cosas que le
importan? Después de mucho pensarlo he llegado a la conclusión de que tiene que
ver con sentimientos atávicos; al parecer en algún momento de la historia de la
humanidad surgió la idea absurda de que el hombre tiene que proteger a la mujer
y que si no cumple con ese cometido, en cierta forma fracasa como hombre, en el
sentido más primitivo del terminó, en plan: “macho alfa” o “líder de la manada”.
Esta idea expresada así puede sonar anticuada, yo no sería capaz de expresar
esta idea en público o en voz alta hoy en día. Pero la realidad es que cuando
una mujer a mi alrededor, sea pareja, madre, hermana o hija, sufre o tiene algún
problema considero mi obligación
resolverlo por ella, no sucede lo mismo cuando es un hermano o un hijo, es
verdad que también a los varones cercanos intentaría ayudarlos en caso de lo
necesitaran, pero no siento como mi responsabilidad el resolverlo. Si pusiera
esta idea en dos frases simples podrían ser las siguientes: “No te preocupes yo
me encargo” o “yo te ayudo pero tus cosas las resuelves tú, que ya va siendo
hora de que aprendas”. Creo que no es necesario especificar a quien se le dice
cual.
De manera que llega un momento en el que cuando llegas a
casa de trabajar y te has pasado el día lidiando con problemas, no quieres
tener que resolver otro más, así que prefieres no saber que existe dicho asunto.
Pero hay más. ¿Por qué prefiero no compartir mis problemas
con mi pareja? Pues siguiendo con los mismos sentimientos atávicos que escondidos
en algún rincón primitivo del cerebro me dicen que yo soy el fuerte en la
relación, reconocer que hay cosas que me superan, me preocupan o me dan miedo
socava esa posición de protector.
Por supuesto la parte racional de mi cerebro me repite que
esto no es así. Mi pareja no me cuenta lo que le ha pasado durante su día
porque esté esperando que le solucione sus problemas mientras ella se sienta a
mirar. No, no es por eso, lo que pasa es que ella piensan mientras verbalizan
lo que le pasa, así que para encontrar la solución a sus retos o problemas
necesita hablar de ellos, luego la solución aparecerá y si no aparece, pues por
lo menos se ha desahogado y se sentirá mejor. Desde luego escucharla con
atención, la simple expresión de una frase de apoyo y probablemente un abrazo
es todo lo que ella espera de mí, si además aporto alguna opinión o idea sobre
lo que le preocupa, ella tendrá todo lo que necesita en ese momento, ya se
ocupara ella como lo ha hecho toda su vida de resolver el asunto.
En cuanto a mi supuesta fortaleza, mi pareja y con casi toda
probabilidad tu pareja también, amigo mío, porque tengo la sospecha de que esto
no me pasa solo a mi (digo sospecha porque ya saben que los hombres no hablamos
entre nosotros de estas cosas). Saben a la perfección que no somos tan fuertes
como nos empeñamos en parecer, pero también saben que para nosotros es
importante que ellas lo crean así. Entonces ellas deciden dejarnos vivir pensándonos
sus protectores y eso; lo hacen para protegernos. ¿A que tiene gracia?


