La misma mujer puede ser dos suegras muy diferentes, este el caso de mi madre y por lo que me han contado algunos
amigos no es la única. Es como Doctor Jekill y Mr. Hyde.
Cuando conoció a mi novia, había conocido a otras antes pero
resultó que con esta me iba a casar, después de la cena, tardo veintidós
segundos desde que se fue mi novia para empezar a criticarla, al principio con
cierta discreción, haciendo preguntas de las que ya sabía la respuesta porque
se lo había preguntado a ella durante la cena, pero volvía a preguntarlo como
para subrayar lo que ella consideraba un defecto, cosas como: ¿Qué estudió?
Cuando ya sabía que no había terminado la carrera porque no pudo pagársela. Si,
así de cruel, así de desagradable. Para mi madre como para muchas madres
ninguna chica merece a su hijo maravilloso, y ningún hecho que suceda en la
realidad será capaz de cambiar esta idea en su cabeza.
Luego con el tiempo las cosas se van suavizando no sin antes
pasar por criticar como maneja su casa (a mi madre no se le pasa por la cabeza
pensar que la casa es cosa de los dos, ella es así; antigua). Después juzgó con
dureza como cocina o peor aún porque se queda sentada hablando con ella
mientras yo cocino, también examinó sin piedad como cambió su primer pañal, o
que le da de comer a su nieto. Al final el tiempo domó el ímpetu de mi Madre.
Mi hermana se casó unos 5 años después que yo, así que la
comparación resultó muy clarificadora. Su marido era como haberse sacado la
lotería. A ver, mi cuñado es una buena persona pero tanto como la lotería… Hubo
momentos en que llegó a rozar el ridículo elogiando cosas de mi cuñado tan poco
relevantes como servir el vino en una cena familiar; ¿en dónde aprendiste a
servir el vino con tanto estilo? Preguntó. El resto de los presentes entre los
que se encontraban los padres de mi cuñado, prefirieron ignorarlo, aunque creo
que a su madre, la de mi cuñado, le brillaban los ojos al tiempo que miraba a
mi hermana con una ligera muesca de asco, muy sutil eso sí.
Unos años después de mi divorcio, el día que mi madre por
primera vez coincidió con mi novia tuvo
la deferencia de no saludarla. Estuve evitando encuentros con mi madre durante
un par de meses, hasta que un día me preguntó: ¿Por qué ahora nunca nos vemos?
A lo que yo contesté:
–No estoy dispuesto a volver a pasar por todo el proceso de
menosprecio a mi pareja que cuando me casé. Vamos a ir a comer con mi novia
pero si tienes un mala cara o una crítica hacía ella por pequeña que sea, vamos
a vernos muy poco en el futuro –dije con toda la claridad y contundencia de que
fui capaz para no dejar ninguna duda.
Mi madre estuvo encantadora en esa comida.


