lunes, 23 de enero de 2017

Caballerosidad y damerosidad.



Cuando yo era chico, tendría unos dieciocho años más o menos, tuve la siguiente discusión con la que en ese momento era mi novia:
–Eres un pinche naco, no sé que te cuesta abrirme la puerta del coche,  ¡gañán! –Como se pueden imaginar no estaba contenta.
– ¿Eres manca? Si quieren la igualdad, cosa que a mí me parece muy bien, pues seamos iguales y entonces ¿por qué no me abres la puerta tú a mí? O mejor ¿por qué no se abre cada uno su puerta? –expuse mi argumento.
–Ser caballeroso no tiene nada que ver con la igualdad, pero tú eres demasiado zoquete para entenderlo, o me abres la puerta o te vas solo a la fiesta.
Como se pueden imaginar me bajé del coche y le abrí la puerta, luego me pase el resto de la noche ganándome el perdón a mi falta de sensibilidad.

He de decir en mi defensa que en Europa, a muchas mujeres, la caballerosidad, esto de abrir la puerta, ayudar a acercar la silla a la  mesa, ceder el paso…les resulta insultante, ¿crees que no puedo abrirme la puerta sola? He oído preguntar alguna vez. Y es que en realidad hay una línea muy delgada entre la caballerosidad y la dependencia y es que en esta lucha a brazo partido que mantienen las mujeres desde siempre para ganar la igualdad real y su espacio en el mundo no hay lugar para las ambigüedades.
Pero con el tiempo me he dado cuenta de que, como bien dice el dicho, lo cortés no quita lo valiente, Porque la caballerosidad también tiene su punto romanticón, de declaración de intenciones: “Te voy a cuidar porque te quiero”…algo así. Es decir creo que se debe de ser caballeroso con la mujer que amas, educado con las demás, creo que hoy en día el espacio para la caballerosidad es en exclusiva el del amor, la conquista, la seducción. Creo que en el resto de ámbitos, el laboral o académico por ejemplo, ya no tiene mucho sentido la caballerosidad entendida como dejar pasar delante a la chica.
¿Saben una cosa? Mientras escribo esto me he dado cuenta de que también existe la… ¿mujerosidad, damarosidad? Aunque nunca le hemos dado un nombre, como a casi todas las cosas que no inventamos los hombres no nos preocupa llamarlas de una forma determinada. ¿Qué es la mujerosidad o damarosidad? Por ejemplo esa paciencia que nos tienen cuando nos ponemos a hablar de nuestras pequeñas necedades cotidianas de macho alfa: –El idiota se me quería meter y le eche el coche encima – O como pasan por alto sin decir ni una palabra, sin hacer ni un gesto la horrible/sosa combinación de ropa que elegimos a veces, o en cómo se fijan en donde hemos dejado las llaves, sabedoras de que más tarde les preguntaremos si las han visto.

Al final es posible que la clave esté en que seamos más amables, considerados y solidarios con los demás y también con nosotros mismos,  sin importar el género.

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