lunes, 21 de noviembre de 2016

El primer beso





Mi primer beso fue robado. No, no fui yo, me lo robaron a mí. Pero no de estos robos que te compras una bolsa de papitas y cuando estás distraído te quitan una. Si no de los que son robados con premeditación, alevosía, ventaja y violencia. No fue solo un beso, fueron muchas cosas más, creo que tenía nueve años y preferiría no recordarlo…
Quizás por eso no recuerde los demás primeros besos de mi vida, porque hay muchos primeros besos en la vida de una persona; algunos no los sientes, aunque sabes que existieron, porque eras muy pequeño cuando sucedieron, por ejemplo el primer beso de tu madre o de tu padre, porque  para cuando eres consciente de sus besos son tantos los que te han dado que te parece como  que siempre van a estar ahí, supongo, así que no importa cuando o cómo fue el primero, sabes que habrá muchos más, para siempre crees. También están los primeros besos de juego, ¿quién no ha jugado a la botella cuando era chico? Beso o castigo… yo siempre elegí beso. Tampoco recuerdo el primer beso a mi primer novia, supongo que habrá sido torpe, nervioso, probablemente baboso, esto de dar besos babosos de chiquito es culpa del cine, en las películas siempre se dan unos besazos  súper apasionados, besos que tú crees que no serás capaz de dar jamás, así que cuando te toca a ti te lanzas. Aunque luego cuando creces, te enteras de que esos besos son de mentira, ni lengua ni nada, pura ficción, pero para ese momento, tú ya te has lanzado provocando una mezcla entre asco e indignación en la pobre chica que le toca lidiar con tu inexperiencia y tus hormonas desbocadas, también ella creía que iba a ser como los de las películas, pero nada más lejos de la realidad.
Tampoco recuerdo el primer beso que le di a mis hijos, son momentos de tantas emociones, que se te aturullan en la memoria, pero supongo que en este caso serían suaves y tiernos. En ese momento no imaginas la cantidad de canas que te van a sacar esos seres diminutos, ni la cantidad de alegrías que te van a dar… por suerte hoy todavía de vez en cuando consigo que me dejen darles un beso.
Cuando me preguntaron por mi primer beso; sentí una cierta tristeza por no recordarlo, no el primero que yo quise dar, supongo que en parte es por el tiempo que ha pasado y en parte por qué nunca estás preparado para recordarlo, estás tan concentrado en si debes o no dar el paso, aventurarte, qué la memoria no está ocupada en guardar ese momento, o puede ser que sea tan vergonzosa tu actuación que prefieras olvidarlo ¿quién lo sabe? Hay gente que idealiza ese momento y lo guarda en su memoria de la forma en la que le hubiera gustado que fuera o  puede ser que si lo recuerden, lo que sé, es que yo no lo recuerdo y me encantaría poder hacerlo.

Hay una canción que habla de una mujer que se hace vieja esperando el primer beso, yo he tenido la suerte de que a mí no me ha pasado. Yo me acuerdo con detalle del primer beso que di a mi pareja actual, en realidad medio beso, solo encontré media boca, no sé si por falta de puntería o falta de concentración, parece mentira que tantos años no hayan servido para que cuando llega ese momento seas capaz de manejarlo con aplomo, así que a mis casi cincuenta años di un primer medio beso torpe y nervioso, narices chocando, la mía es difícil de disimular, no sabes qué hacer con los brazos, un desastre, pero pueden estar seguros que de este…de este me acordaré lo que me queda de  vida.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Hablemos de sentimientos.

   



 Dice mi novia que a la mayoría de las mujeres les encantaría saber cómo vivimos las emociones y los sentimientos los hombres y que a mí, explicar eso se me da bien. No sé de donde pudo haber sacado una idea como esa.
–Porque no escribes sobre eso, a muchas mujeres nos encantaría saber que piensan los hombres del primer amor, el nacimiento de un hijo o la vida de pareja por ejemplo –dijo ella, así de sopetón.
–Los hombres no pensamos sobre esas cosas –contesté ya acobardado por lo que se me venía encima.
–Típica respuesta masculina, pero tú y yo sabemos que es mentira –afirma ella con una seguridad que me desarma y entro en pánico… así que lo sabe, sabe que si pensamos acerca de esas cosas inútiles y complicadas de los sentimientos y las emociones. Pensar, pensamos lo que nos cuesta más es verbalizar esos pensamientos.
Como soy una persona muy práctica decidí no tener una discusión y pasar sin demora a demostrarle que no soy capaz de escribir sobre lo que me pide. Así que le pedí un tema para hacer una prueba, convencido de mí fracaso,  y tras una pausa de las suyas, de esas pausas que ella hace mientras yo me consumo de impaciencia, estas pausas que para ella duran solo unos pocos segundo y para mi duran minutos cuando no horas. Al final de la pausa me dice:
–Ahí lo tienes.
– ¿El qué tengo?
–  ¡Ay pero que bruto eres!
–Ves, lo que yo decía mejor lo dejamos –hago un intento final por escaparme.
–No cariño, porque vamos a dejarlo si tú puedes, va a ser súper divertido.
–De acuerdo… pero ¿cuál es el tema?
–Pues ese: escribe sobre lo que sientes cuando yo te pido que escribas sobre lo que sientes.
Bien, pues para no hacerles el cuento más largo me puse a escribir lo que siento por escribir sobre lo que siento. He de reconocer que al principio me parecía imposible y me concentré en intentar escribir algo coherente y entretenido, me preocupó la estructura y el narrador, incluso me preocupó si esto al final fuera el inicio de un blog, que es lo que me sugiere-impulsa mi novia, va a ser publicado con mi nombre o con un seudónimo…porque; ¿qué pasaría si se enteraran mis amigos que estoy hablando en público de estas cosas?
¿Se dan cuenta? Ya vamos por trescientas ochenta y tres palabras, y el objeto de este texto todavía no ha aparecido. ¿Por qué? Pues porque me da miedo, solo de pensarlo, siento miedo, sobre todo miedo y un poco de vértigo también, y eso tapa todo lo demás que pueda yo sentir. Es como el primer día que vas a la escuela o la guardería o lo que sea; te quedas llorando ahí paralizado, sobre todo por el miedo y mientras la maestra te ofrece su mano para guiarte en ese nuevo mundo, tu solo puedes pensar en el temor a lo desconocido, cuando al final de ese día terrible llega tu madre a buscarte y te pregunta: “¿Cómo estás?” Tú contestas –Quiero un helado – Solo importa la reparación, toda la angustia y el miedo ya no importan porqué ya pasaron, así que es innecesario hablar de ello. Al día siguiente volverás a llorar,  algo menos, por agotamiento, y así hasta que,  poco a poco, consigas construir ese caparazón que cultivaras toda tu vida, casi de manera religiosa, que te protegerá de toda persona que quiera compartir lo que sientes. Aprendes, no sé bien como, que lo importante, lo urgente, es resolver la situación, adaptarte, sobrevivir y que lo que sientes es una tontería que pulula por ahí y que no aporta nada útil.
¿Qué por qué pasa esto? Pues es muy sencillo, porque el primer día al volver de la escuela oíste sin  querer la siguiente conversación:
–Estoy preocupada cariño, El niño esta triste. Cómo lloraba cuando lo dejé en la escuela –dice tu madre acongojada.
–Que aprenda, que la vida es dura. Le viene bien sufrir un poco –contesta mi padre sin desviar la mirada del televisor.
–Mira que eres malo, podrías darle un abrazo y preguntarle qué tal le ha ido, para él tu opinión es muy importante –insiste tu madre preocupada.
–Qué se aguante, peores las va a pasar, qué empiece a hacerse hombrecito y déjame ver el partido en paz –sentencia tu padre…esta será la primera de muchas conversaciones, advertencias, ejemplos, que todo el tiempo te confirmarán que tu papel es resolver y aguantar y lo demás…lo demás es para las mujeres.
De manera que me cuesta cuando tengo que hablar de sentimientos, será la falta de costumbre, no fui educado para ello, o será por comodidad, hablar de sentimientos te obliga a cuestionarte cosas, o será por falta de condición física, porque es agotador, pero el asunto es que me da miedo. Vamos a ver si con la práctica se me va quitando poco a poco y también a ver si mi novia me da de una vez un tema para hablar de él.

Por cierto lo que siento por escribir lo que siento es: miedo.