Cuando yo era chico, tendría unos dieciocho años más o
menos, tuve la siguiente discusión con la que en ese momento era mi novia:
–Eres un pinche naco, no sé que te cuesta abrirme la puerta
del coche, ¡gañán! –Como se pueden
imaginar no estaba contenta.
– ¿Eres manca? Si quieren la igualdad, cosa que a mí me
parece muy bien, pues seamos iguales y entonces ¿por qué no me abres la puerta
tú a mí? O mejor ¿por qué no se abre cada uno su puerta? –expuse mi argumento.
–Ser caballeroso no tiene nada que ver con la igualdad, pero
tú eres demasiado zoquete para entenderlo, o me abres la puerta o te vas solo a
la fiesta.
Como se pueden imaginar me bajé del coche y le abrí la
puerta, luego me pase el resto de la noche ganándome el perdón a mi falta de
sensibilidad.
He de decir en mi defensa que en Europa, a muchas mujeres,
la caballerosidad, esto de abrir la puerta, ayudar a acercar la silla a la mesa, ceder el paso…les resulta insultante,
¿crees que no puedo abrirme la puerta sola? He oído preguntar alguna vez. Y es
que en realidad hay una línea muy delgada entre la caballerosidad y la
dependencia y es que en esta lucha a brazo partido que mantienen las mujeres
desde siempre para ganar la igualdad real y su espacio en el mundo no hay lugar
para las ambigüedades.
Pero con el tiempo me he dado cuenta de que, como bien dice
el dicho, lo cortés no quita lo valiente, Porque la caballerosidad también
tiene su punto romanticón, de declaración de intenciones: “Te voy a cuidar
porque te quiero”…algo así. Es decir creo que se debe de ser caballeroso con la
mujer que amas, educado con las demás, creo que hoy en día el espacio para la
caballerosidad es en exclusiva el del amor, la conquista, la seducción. Creo
que en el resto de ámbitos, el laboral o académico por ejemplo, ya no tiene
mucho sentido la caballerosidad entendida como dejar pasar delante a la chica.
¿Saben una cosa? Mientras escribo esto me he dado cuenta de
que también existe la… ¿mujerosidad, damarosidad? Aunque nunca le hemos dado un
nombre, como a casi todas las cosas que no inventamos los hombres no nos
preocupa llamarlas de una forma determinada. ¿Qué es la mujerosidad o
damarosidad? Por ejemplo esa paciencia que nos tienen cuando nos ponemos a
hablar de nuestras pequeñas necedades cotidianas de macho alfa: –El idiota se
me quería meter y le eche el coche encima – O como pasan por alto sin decir ni
una palabra, sin hacer ni un gesto la horrible/sosa combinación de ropa que
elegimos a veces, o en cómo se fijan en donde hemos dejado las llaves,
sabedoras de que más tarde les preguntaremos si las han visto.
Al final es posible que la clave esté en que seamos más
amables, considerados y solidarios con los demás y también con nosotros mismos,
sin importar el género.

